Nota con canilleras: hablamos con el "Buby" Barrionuevo

Le metemos el pecho a la memoria y salimos a la cancha con el querido "Buby".

Alta Gracia Deportiva30 de junio de 2022juan carlosjuan carlos
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Enrique “Buby” Barrionuevo tuvo a lo largo de su carrera, la virtud de ser aplaudido tanto por la hinchada de Sportivo como por la de Colón. Pero detrás de él, hay toda una buena historia de vida, que él mismo contará. 

¿Y Buby, de dónde viene? Preguntale a mis tías. Mi mamá tenía seis hermanas allá en Malagueño, donde nací. Llegué a Alta Gracia a los 13 años, y acá terminé la primaria en el Colegio Terminal, que estaba en Arzobispo Castellanos y Lozada.

Mi viejo era albañil y mi mamá ama de casa. Salí de la primaria y aprendí el oficio de chapista, que fue lo que hice toda mi vida.

Contanos de eso...

A los 17 años entré a la Agencia Ford hasta que hice el servicio militar. Cuando cerró la Ford, me puse a trabajar por mi cuenta hasta que un día le hice un trabajo a la Terma y me ofrecieron trabajar ahí. A los 22 años fui a buscar trabajo a la Kaiser, donde me encontré con Di Nápoli que me dio una mano. Fui un lunes y el viernes ya estaba trabajando. Ahí trabajé unos cuantos años, pero no me sentía bien. Era un trabajo muy sacrificado y prefería trabajar en el taller, donde podía manejar mejor los tiempos.

Me instalé en la calle Paraguay. Y también le atendía los autos de carrera a Jorge Ternengo. El taller lo tenía al lado de la panadería de Lingua. Como Ternengo era muy amigo de Oreste Berta, él también me daba trabajos.
Berta trajo el chasis de la Ferrari desde Italia para los fórmulas nacionales. Como a Oreste le gustó como trabajaba, me ofreció ir con él, con quien hice muchos trabajos. Yo trabajaba mucho con los caños y al doblarlos no les dejaba arrugas. Tenía una técnica con arena que aprendí en la Ford con el viejo Carignani que corría con una cupecita.

Luego de estar con Berta me fui a trabajar a mi casa, en un tallercito que instalé. Y ahí me quedé hasta que me operaron del corazón unos cuantos años más tarde.

¿Cómo entra el fútbol en tu vida?

El fútbol estuvo desde que nací. Mi tío, hermano de mi papá, jugaba al fútbol en Martín Ferreyra. Incluso lo vi jugar alguna vez a mi papá, me llevó mi abuelo. Me acuerdo que jugaba con unos botines con tobilleras, tipo borceguíes que no era fácil manejarlos. Aprendí a jugar con una pelota de trapo

Así empecé también a jugar, en Malagueño. Y era bueno, la pisaba bien. Mi papá era de Martín Ferreyra, pero yo de Almirante Brown, contra toda mi familia que era del “Chelco”.

Allá jugué en la Quinta, hasta que me vine acá, a vivir en calle Italia. Fue cuando recalé en Sportivo ya que tenía cerca la cancha. En la Quinta de Sportivo jugaba de “nueve” y según dicen, era bueno, que la pisaba muy bien. Yo iba y jugaba, no tenía problemas. Si me ponían bien, y si no, también. El técnico que tenía a su cargo la Cuarta y la Quinta era Don Ramón Gastón.

¿Mis compañeros? García, Aguetti, Gómez, el Sapo Peleteiro, Villarreal que vivía camino a Falda del Carmen, Marcelo Farías, el “Lali” Gonelli…era una linda Liga la Santa María. 

Con esa Quinta salimos campeones dos veces, una de ellas ante Brown. Don Ramón Gastón me llamó el mismo día que salimos campeones con la Quinta, me puso a jugar en la Cuarta y ahí me quedé hasta los 18, que ya no podía jugar más por la edad.

Fue cuando me llamaron para jugar en el plantel que jugaba en la Segunda Ascenso de Liga Cordobesa. Era un equipazo donde jugaban Feliú, la Chancha Carballo, Peduccia, Carabajal, Canedo, Britos, el loco Quiroga. Tenía 18 y el Maestro Bútori nos hacía hacer mucha gimnasia. Me acuerdo que Feliú un día se retobó y no quiso hacer la gimnasia y Bútori le pegó una cachetada. Yo dije: “si me llega a pegar a mí, que tampoco me gusta hacer gimnasia, me desarma”. Y me fui… Al poco tiempo me tocó el servicio militar.

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Me tocó en Entre Ríos, donde hicimos un equipo para un campeonato interno. Nadie quería jugar en la defensa, todos eran delanteros. Me puse de “dos” a jugar. Me vio un superior y me ofreció jugar en un equipo de Villaguay. Y fui a jugar a la Liga de Gualeguay. Entramos en el campeonato Beccar Varela y fuimos avanzando hasta la final provincial, ante Paraná que era la más fuerte. Perdimos, pero el técnico de Paraná me ofreció llevarme a jugar allá, en el seleccionado de Entre Ríos. Con esa selección jugamos en varias provincias e incluso en Montevideo y Uruguayana donde jugamos contra Paranaense.

Pero volviste...

Cuando terminé el servicio, me hice muy amigo de los Garroppo y de otra gente de Colón, que tenía la cancha donde ahora está el Hospital. Entonces me fui a jugar para ellos en la Liga Santa María. El técnico era Turri, y me ponía o de “cuatro” o de “seis”, donde le hiciera más falta. Salimos tres veces campeones de la Liga.

Ganamos todo lo que jugamos, incluso una copa Challenger que se ponían en juego. Uno de los campeonatos relámpagos que se organizaban, llegamos a la final con River. Ibamos perdiendo 3 a 0 y yo jugaba de “cuatro”. Le pedí a Turri ir adelante faltando diez minutos. Total que terminamos empatando 3 a 3. El reglamento decía que los partidos se definían por cantidad de corners a favor, y ganamos por 4 corners a 3. Me acuerdo que Pepe Fuentes se quería matar. Ya había comprado el asado para festejar. En ese equipo estaban los hermanos Alonso, Quiroga que era el arquero que era de Córdoba, Sosa, Moreno, los Turri, que eran una institución en el club. Heredia, Oviedo, Menéndez…

Luego de esas actuaciones en Colón, Sportivo me pidió para jugar en la Liga Cordobesa. Antes, me fui a Independiente de Pascanas. No tenía el pase, pero me dijeron: “vos sos muy parecido a un muchacho que venía de la Plata y no viene más”. Y jugué; me quedé un tiempito jugando allá. Pero quedaba muy a trasmano, y decidí volver a Sportivo.

Yo tenía 23 años y un largo recorrido en el fútbol. Fueron los últimos años de Sportivo en Liga Cordobesa. Nos dirigía Milo Morcillo y más tarde el Maestro Bútori.

Como empecé a trabajar a la tarde en la fábrica no podía entrenar, y el Maestro me dijo: “no entrenás, no jugás”. Hasta que un día se vio obligado a ponerme. Pero que tenía que entrenar. Y me mandó a entrenar a la mañana, solo, en la cancha de Sportivo. Pero el Maestro me espiaba para ver si hacía o no los ejercicios. Así volví a jugar en la Primera de Sportivo.

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El fútbol, una diversión

Siempre me divertí jugando al fútbol. Luego jugué un par de años más en Colón, hasta que el tema laboral me hizo imposible hacer fútbol federado.

Y de tantos partidos que jugué, hay muchas anécdotas e historias. Como aquella eliminatoria contra Bolívar, cuando nos iban ganando 4 a 0 y les terminamos ganando 5 a 4. Fue un partido durísimo, donde no mezquiné nada. Me acuerdo que los periodistas cuando comentaron el partido, nosotros estábamos en el club, comiendo algo. Dijeron: “no se puede concebir como un árbitro puede dejar jugar así a un jugador de la calidad de Barrionuevo. Le  pegó a todo el mundo, no se puede concebir que un árbitro deje jugar así. No puede ser que un jugador de su calidad pegue tantas patadas”.

En realidad yo no era de pegar, iba fuerte cuando había que hacerlo. A la hora de marcar, tenía la virtud de saber anticipar, manejar los tiempos. Y a la pelota le pegaba con potencia y bien.

A los casi 40 años, el Pelusa Ibos me invitó a jugar en la Mosca Loca en el Anglo, y así entré a jugar ahí junto a los dos Ibos, Marcelo Pavín, Miguel Iglesias, Millán… teníamos camiseta amarilla. Más tarde jugué para los Mandingas. Jugué hasta los 62 años cuando dije basta, no tenía ganas de golpearme feo a esa edad y no poder trabajar.

¿Qué jugadores viste que deslumbraron en nuestras canchas?

Los mejores jugadores que he visto en Alta Gracia: Nenín Volpato, Pelusa Ibos, Chochi Chávez, Pepino Gonelli, Titi Ierbassi, Juan de Dios Funes...

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