Una foto dispara recuerdos y nadie los puede parar. Es así, uno publica una fotografía y enseguida la memoria se activa.
ROGELIO MOREIRA: MÁS DE UN SIGLO VIENDO BIEN A LA CIUDAD
Hace un tiempo, Don Rogelio Moreira nos dejó entrar en su óptica para contarnos de su vida. Hoy, en homenaje a su trayectoria y conocedores de su fallecimiento, volvemos a publicar lo que aquella vez charlamos.
Cosas Nuestras14 de septiembre de 2023juan carlosFue un gusto hablar con Don Rogelio Moreira. Ni por asomo uno piensa que dentro de unos meses, el 8 de diciembre, estará cumpliendo nada menos que 102 años.
Si, así como lo lee. Y como si ello fuera poco, más de sesenta como comerciante en la ciudad.
Inmigrante, llegó a la Argentina desde su Portugal natal allá por 1935, luego que su padre llegara años antes buscando un futuro y escapando de la convulsionada Europa de aquellos años.
Nacido en un pueblito cercano a Valenca do Minho, en la frontera norte de Portugal, a un puente de distancia de España, Rogelio zarpó desde Lisboa el mismo día que cumplía 15 años.
“Mi cumpleaños lo festejé en el barco, que era uno enorme y que le costó entrar en el puerto de Buenos Aires”, recuerda.
Acá, lo esperaban su padre (carpintero ebanista de profesión) y su hermano mayor. Empezaba una nueva etapa en su vida.
El trabajo, el amor
Rogelio vivió con su familia en Buenos Aires. Mientras su hermano trabajaba en una famacia, él ingresó a una droguería. Comenzó de peón, de ordenanza llevando en bicicleta los pedidos del laboratorio a las farmacias. “Al poco tiempo me ascendieron a jefe de mostrador, pero les pedí salir a la calle a vender, no era para estar entre cuatro paredes”, recuerda Rogelio.
El tiempo fue pasando, conoció a Magdalena Rosa Enrri, se enamoraron y decidieron casarse, allá por 1942.
Magdalena era hija de un óptico, y abrazaba la misma profesión. Por ello, instalaron un comercio cerca de su primera casita, en Villa Ballester. Allí comenzó la historia que poco después los traería, para siempre, a Alta Gracia.
Es que al tiempo, su suegro atraído por las bondades del clima serrano, compró una propiedad en nuestra ciudad. La casa Intihuasi, sobre la ruta 5 cerca de donde ahora es La Fortaleza de Oreste Berta fue el refugio para las vacaciones y estancia de verano de la familia.
Amor a primera vista
“Desde siempre me gustó Alta Gracia. Era una villa hermosa, tranquila, muy arbolada. Pasear por el centro era hacerlo bajo la sombra de muchísimos árboles. Calles de tierra, casi sin autos y muy amistosa. En el Tajamar todavía había espinillos. Los mateos esperaban a la gente para llevar a la gente, la Gruta, la Estación… era maravilloso escuchar llegar el tren, aquellas viejas locomotoras tenían una magia distinta… Alta Gracia era y sigue siendo una ciudad linda, en aquellos tiempo tenía espíritu de pueblo”.
Así, embelezado por Alta Gracia Rogelio convenció a su esposa de instalar la óptica acá. Trajeron todas las máquinas de Buenos Aires y en 1954, abrieron las puertas en el histórico local de Belgrano 488 donde hoy está el fast food. “Toda la esquina era de Eduardo Bossi. Tenía varios salones. Estaba el Bar Carrasco, una bicicletería, una tiendita, nosotros, la veterinaria de Manolo Martínez y en la esquina una tienda de un muchacho de Córdoba. Yo fui el primero que me instalé ahí”.
Primer local de la óptica, en Belgrano 488.
Cuando inauguró, Alta Gracia ya tenía una óptica: Faur ya funcionaba también en el centro. Igual, fue para adelante, y se instaló. El tiempo quiso que el propio Faur fuera uno de sus grandes amigos. “Era una persona maravillosa. El y Angel Díaz fueron de mis primeros amigos en Alta Gracia”, recuerda.
“Vivíamos sobre la ruta a Córdoba, en pleno campo. A la ciudad veníamos en sulky, lo dejábamos en la placita del ferrocarril con el caballo atado con comida y con agua, y veníamos al negocio. Así, años. Nunca nos faltó nada”. Sin dudas, una postal de época.
Un ejemplo de trabajo
Al tiempo, la Optica se mudó donde actualmente está, unos metros más arriba, en la vereda del frente. Fue luego de algunas marchas, contramarchas, y negocios fallidos. Pero Rogelio y Magdalena no desistieron nunca y la siguieron peleando. Hoy, el presente es un premio a tanto trabajo, decisión y sacrificio de aquellos años.
Desde 1954, la ciudad pasó por Moreira Enrri
Desde aquel lejano y romántico inicio en 1954, mucho a sucedido en la ciudad, y muchas personas fueron cambiándole la fisonomía a las calles céntricas de Alta Gracia. Las calzadas se pavimentaron, la cantidad de automóviles fue aumentando, el número de vecinos fue creciendo y -a la par de todo ello- también los comercios se fueron modernizando.
La foto, que data de los primeros años de Optica Moreira Enrri, es de la fachada del local primero, en Belgrano 488 en un viejo edificio que se llevó el progreso para convertirlo en supermercado primero, y en en fast food y salas de cine más tarde.
Allí hicieron pie los sueños de comerciantes de Rogelio y Magdalena, la parejita llegada de Buenos Aires, con muchas ilusiones y un comercio armado con la mejor de las tecnologías para brindarle a Alta Gracia (que por entonces era apenas un pueblo pequeño) el mejor de los servicios.
Por los locales que a lo largo del tiempo tuvo la óptica pasó Alta Gracia completa. Desde albañiles hasta abogados, intendentes, comerciantes, vecinos, a su turno, todos han desfilado por los salones de Optica Moreyra Enrri.
“Acá vinieron todos -cuenta sonriendo Rogelio- todos alguna vez entraron a este negocio y siempre fueron atendidos con profesionalismo, humildad y con cortesía, que es el secreto para que un comercio perdure en el tiempo”. Y vaya si ha cumplido el objetivo.
Aquellos primeros clientes
Hojeando los viejos libros de recetas, la familia de Don Rogelio armó un listado de los seis primeros clientes que tuvo la óptica, acá van:
Rosalía de Romero; Ana Flankle, Pedro Masusaleze, Daniel Pangos, un tal Tuficole y Rosa López.
Vecinos llegados desde distintos barrios y hasta de localidades vecinas, y que confiaron en la nueva propuesta comercial y profesional que había llegado a la ciudad.
Hoy, repasando aquellos viejos libros de recetas (obligatorios de llevar, por cierto), un puede buscar y seguramente encontrar nombres y apellidos que fueron forjando la ciudad a través de los años. Son un auténtico compendio histórico ciudadano.
Rogelio Moreira formó parte de esa invalorable generación de vecinos y comerciantes que dieron todo por la ciudad, sin esperar nada a cambio, siempre por amor a Alta Gracia.
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No hay mucho más para agregar: FOTAZA
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