CUANDO FUIMOS MUNDIALISTAS

Ecos y recuerdos de lo que fue el paso del Mundial 78 por Alta Gracia.

Alta Gracia Deportiva 06 de junio de 2021 juan carlos juan carlos
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Hace 43 años la Copa del Mundo tuvo su sede en Argentina. Alta Gracia, por unos cuantos días, estuvo en boca de cuanto futbolero se ocupara del acontecimiento.

El Mundial 78 marcó un hito dentro de la historia deportiva de nuestra ciudad. Sin entrar en considerandos acerca de los horrores que se vivían en Argentina durante la disputa de la Copa del Mundo, no podremos negar que por Alta Gracia el Mundial pasó y dejó su huella.

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Escoceses siempre al borde del escándalo, fuerzas vivas trabajando a full, un Sierras Hotel maquillado para la ocasión, pantallas gigantes para ver el Mundial “a todo color”, multitudes en las calles. Escenas todas de quince días en los que Alta Gracia se conmocionó con la justa deportiva.

Pasó el tiempo y la tecnología ha hecho que cada vez vivamos más de cerca una Copa del Mundo, así se juegue del otro lado del planeta. De todas partes nos bombardean con información que consumimos ávidamente, queriendo conocer pormenores de las justas ecuménicas que pasaron o estar por venir. Las publicidades, los programas televisivos, las redes sociales, todo y todos hablan del Mundial de Qatar, de las dificultades organizativas que tiene el mundo por estos días, de las chances argentinas en unas eliminatorias que arrancan y se detienen al ritmo del coronavirus, de los rivales, de los estadios y un largo etcétera de cuestiones relacionadas.

Pero hubo, hace un tiempo no tan largo, un Mundial que se jugó en nuestro país, que en Alta Gracia lo tuvimos literalmente en el patio de nuestras casas. Un Mundial sin internet, sin facebook ni twitter, una Copa en blanco y negro y sin High Definition. A ese Mundial, al del 78, queremos hacer referencia y dar cuenta de la marca que dejó su paso por Alta Gracia, como si nuestra tarea periodística fuera a desempolvar viejas figuritas de fútbol del álbum del recuerdo.

Porque por nuestra ciudad pasaron para quedarse en la memoria, algunas de las selecciones nacionales que participaron del Mundial. La más recordada (y existieron unos cuantos motivos para ello) fue tal vez la de Escocia.

Esta delegación llegó a nuestra ciudad el 26 de mayo. Cuando el Reloj Público marcaba las 18 y 15 de aquella fría jornada, los colectivos (Mercedes Benz, transportador oficial de las selecciones en la Copa del Mundo 78) hicieron un alto frente a la Municipalidad luego de recorrer a paso de hombre las cuadras de la Avenida Belgrano, entre multitudes y bandas de gaiteros vestidos para la ocasión.

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Diario Síntesis graficó a toda portada lo que fue el arribo de la delegación de Escocia a nuestra ciudad. El Mundial llegaba a Alta Gracia.

Los escoceses fueron los que más tiempo utilizaron Alta Gracia como punto de concentración. ¿Concentración? Bueno… es una forma de decir, ¿no?

Los que ya peinamos algunas canas y además somos memoriosos recordamos bastante bien que los muchachos de Glasgow no tuvieron un pasar, digamos… tranquilito por estas tierras.

Vida nocturna, juergas y –por supuesto- bastante whisky fueron el común denominador de una selección que salió de su país prometiendo laureles y que terminó volviendo envuelta en escándalos (caso de doping positivo incluido).

Fue famosa la frase de su técnico, Alistair Macleod al consultársele sobre el comportamiento de sus jugadores fuera de la cancha: “Si no los dejo hacer lo que hacen, se me vuelven todos a Escocia”. La realidad es que los muchachos se terminaron volviendo luego de quedar eliminados en primera ronda, con la frustración y la resaca a cuestas.

ALAN ROUGH

El arquero escocés, Alan Rough tenía por cábala entrar siempre a la cancha con un perrito de peluche que vaya uno a saber quién se lo había regalado. Hasta ahí, todo normal en un fútbol lleno de cabuleros. Lo gracioso fue verlo al hombre sentado en una de las mesas de Stuttgart, llevando el muñequito entre sus manos.

La ciudad se preparó con todo para tan magno acontecimiento. El Sierras Hotel, que por entonces vivía sus últimos días de gloria antes de la decadencia ochentista, fue remozado y mostró sus mejores galas. Resurgió de sus cenizas y se convirtió en lugar de concentración de escoceses, mexicanos, tunecinos, holandeses e iraníes (estos últimos apenas por una noche).

Allí, una guardia de seguridad no demasiado rigurosa custodiaba a los jugadores que, sin empacho en algunos casos, salían y transitaban las calles céntricas de la ciudad, buscando la Avenida Belgrano.

En el centro mismo, más precisamente en la esquina de Belgrano y San Martín, donde hoy funciona el local de Morydi, funcionó por aquellos días el Centro de Información, lo que hoy se conocería como el Centro de Prensa.

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Según la crónica, allí “había servicio de télex, cabinas para comunicaciones telefónicas internacionales y agencias de correos y de cambios para unir al mundo con un fraternal abrazo desde Alta Gracia” (Diario Síntesis, junio de 1978).

En lo estrictamente organizativo, la ciudad, sus organismos deportivos y sus gobernantes (de facto) se ocuparon de no dejar aspectos sin cubrir. El Presidente de la Liga Departamental de Fútbol Santa María, Isaac Bresca y los miembros de ese organismo encabezaron las tareas de organización y logística. Contaron con la colaboración de la Comisión Pro Mundial 78, el Centro de Comercio y la Municipalidad de la ciudad.

Las notas gráficas de la época dan muestra del recibimiento que le brindó el pueblo de Alta Gracia a los visitantes. Recepción que contó, como no podía ser de otra manera en tiempos de jinetas, con la aparición en público de las autoridades de facto en un improvisado escenario entregando las llaves de la ciudad a las delegaciones extranjeras.

Sea como fuere, la gente colmó las calles y se convirtió en gentil anfitriona para todos los deportistas, dirigentes y periodistas extranjeros que durante unos cuantos días le dieron a la ciudad una cara distinta.

Eran tiempos en que el fútbol apenas si llegaba por televisión (blanco y negro) una vez por semana, con imágenes un tanto borrosas y un sonido poco claro. De fútbol extranjero, ni hablemos. Solo de vez en cuando. Muy de vez en cuando podíamos ver algún gol marcado en España o en Italia.

Entonces, para el futbolero altagraciense poder ver (y a veces tocar) y sacarse fotos con los jugadores de las selecciones fue un acontecimiento único. Imborrable. Tanto que aseguran que algún que otro heredero habría dejado algún escocés por estas tierras de comechingonia. Pero eso forma parte de la leyenda urbana, y acá reflejamos sólo los hechos. 

¿Estás seguro que era Kempes?

“Después del Mundial 78, se conmocionó la ciudad con la llegada de Mario Alberto Kempes, héroe indiscutido de aquel año (a poco de terminar la Copa del Mundo llegaba con el Valencia a jugar un amistoso con Belgrano). La gente salió a recibirlo en las calles y se le hizo un agasajo municipal.

MARIO KEMPES CON COCINEROS DEL SIERRAS

 Nada tendría esto de particular si no fuera por la aparición del querido y recordado “Chivo” Jorge Soler que en aquel tiempo se había dejado un look parecido al del “Matador”, corriendo por plena Avenida Belgrano con la camiseta argentina con el número diez en la espalda. Los chicos lo corrían y le pedían autógrafos, la gente le abría paso y lo aplaudía.” (Extractado de Revista el Alma que Cuenta, Nro 5, julio 1994).

Así de inocentes éramos... ¡y nos resultaba tan, pero tan lindo!

¡Holanda entrenando en Sportivo!

Como en toda justa ecuménica, se pone el acento en los campos de entrenamiento. Las selecciones necesitan y exigen que los terrenos de juego para practicar estén a la altura de las circunstancias. Y Alta Gracia lo tuvo.

El EAM 78 (Ente Autárquico Mundial 78) se encargó de proveer a la cancha de Sportivo Alta Gracia, de las condiciones necesarias para ello.

El terreno de juego fue de 105 x 70, igual que las medidas del Chateau Carreras y de los demás campos del Mundial; y al piso se le hizo un tratamiento similar al del estadio mundialista, se le sembró el mismo césped, se construyó una cisterna y se instaló un sistema de riego de última generación. Las tribunas se pintaron, el alambrado pasó a ser olímpico y reglamentario, los vestuarios se acondicionaron y todo quedó listo.

Este periodista recuerda haber sido testigo de entrenamientos de la selección de Holanda, que anduvo por acá para jugar la segunda fase, o por supuesto de la escocesa. Ver a esos tipos que sólo conocíamos de nombre por las revistas o la radio era casi como un sueño para un pibe que por ese entonces no llegaba a los dieciséis años.

Todo muy lindo, la cancha de Sportivo un lujo, pero… y en esas épocas siempre había un pero… terminó el Mundial y al día siguiente (si, al día siguiente de la final), un camión Unimog del Ejército Argentino llegó hasta los portones del Estadio de Sportivo. Sus ocupantes tenían una orden clara: retirar todo el sistema de riego y llevárselo a la cancha de Atlanta, en Buenos Aires.

Cosas que pasaban en un país comandado con botas que luego del triunfo mundialista tenían sueños de eternizarse en un poder que usurparon por la fuerza y la sinrazón. 

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Como sea, Alta Gracia vivió una fiesta inolvidable por aquellos días. Recuerdos imborrables en la memoria colectiva de una ciudad futbolera a la cual la Copa del Mundo le permitió volver a estar en los primeros planos.

En una Argentina que necesitaba mostrarle al mundo que era pacífica y ordenada, nos las ingeniamos para desordenar con papelitos la falsa paz y dejar en evidencia que éramos “la barra quilombera” que disfrutó de un logro deportivo mayúsculo, aún cuando muchos detrás de la cortina de humo, no alcanzaran a ver la realidad que se vivía por entonces.

 

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