Una foto dispara recuerdos y nadie los puede parar. Es así, uno publica una fotografía y enseguida la memoria se activa.
Recordando al querido Yaco Bijman
Allá por fines de 2018, Cosas Nuestras dialogó durante un buen rato con Yaco. Eso se convirtió en nota que apareció en nuestra edición papel. Hoy, la rescatamos a modo de homenaje a quien nos dejó a sus 92 años.
Cosas Nuestras28 de marzo de 2024juan carlosAllá por fines de 2018, Cosas Nuestras dialogó durante un buen rato con Yaco. Eso se convirtió en nota que apareció en nuestra edición papel. Hoy, la rescatamos a modo de homenaje a quien nos dejó a sus 92 años.
HILVANANDO RECUERDOS JUNTO A YACO BIJMAN
Los temas fluyen uno tras otro. La mesa con amigos se convierte en una asamblea de recuerdos y memorias. Junto a un café que se enfría de tanto repasar papeles, está Yaco Bijman. El auténtico Yaco Bijmann, con sus historias, sus anécdotas, su memoria intacta, que no da cuenta de sus ochenta y pico de años. Yaco Bijman anduvo unos días de paso por Alta Gracia. Visitó a parientes, charló con amigos y conversó un buen rato con COSAS NUESTRAS.
Y como suele suceder en estos casos, la memoria lo fue llevando de un tema a otro, casi sin ótro hilo conductor que no fuera el de sus propios recuerdos. Por eso, en la charla iremos desde su infancia hasta los ponchos de Tadar, pasando por la Cámara Junior, el hockey, la política y hasta los chimentos de una ciudad que se niega a ser olvidada.
Mozo! traiga un café
Presidiendo la mesa de café, Yaco Bijman. Como laderos, a la hora de reforzar memorias, están José Schaffer, Rubén Factorovich y René Di Motta. Y nosotros, con nuestro grabador y nuestra curiosidad por conocer a un hombre que marcó historia en la ciudad, y que regresaba sólo por unas horas. No sería la mesa de los galanes que contara Fontanarrosa, pero, valía la pena estar ahí.
La charla, desordenada y por momentos hasta bellamente caótica nos fue llevando por todos los temas. Entre sus papeles, una foto. La del equipo de hockey sobre patines que reprtesentaba a Alta Gracia. “Jugábamos Pucho Llorens, Vitulo, Raúl Moll, Bredanini, José Rigoni, Cocón Montamat, Juan Salas, Pascual Zamora, los Mazzucco, Marbián, Adam...”. Mirá la foto y agrega: “Es en la cancha del Colón. Ahí jugábamos. Había una pista de baile grande. Don Martín Salas era constructor y nos prestaba unos tablones.y armábamos la cancha. Luego hasta se agregaron a jugar algunas chicas. Duró poco pero fue muy lindo”, recuerda.
Y si de deportes hablamos, no podía estar ausente el recuerdo del Maestro Bútori: “Butori, un atleta excelente, un profesor magnífico, un formador de deportistas. Con un carácter jodido, es cierto, pero de valores excepcionales. Tito Lapidus, Aguirre, Toto Bijman, Victoriano Godoy, Carlos Viel, Zacarías... él los llevó a correr la Maratón de los Barrios en Buenos Aires. Los preparaba, y además los motivaba, los mentalizaba, les hacía sentir que eran ganadores”.
Cuestión de números
Le preguntamos la edad a Yaco. “¿Es para el horóscopo?”, preguntó. Nació en enero de 1932, o sea está cerca de sus 87 años y anda hecho un pibe, con el cabello que deja ver que todavía es colorado, y con la mente puesta en seguir recordando. Como cuando habla de un tal Ñato Bulfo: “Epocas de los quinieleros. Había pocos teléfonos en la ciudad, no más de cien y venía a casa a pedir el teléfono y hablaba diciendo: “tenedor”, “lluvia”… todo en clave, pasaba quiniela por teléfono hasta que alguien le dijo a mi viejo que no se lo prestara más.
En casa teníamos el número de teléfono 45, el 1 era del Sierras Hotel, el número 5 era de Casa Bossi, el 44 era de Raúl Lorusso, el 246 del Hotel Plaza…”
Yaco, el escritor
Pero Jacobo “Yaco” Bijman tiene también una faceta poco conocida e interesante. Es de ponerse a escribir. Así, pone a disposición de la mesa algunos de sus escritos. “Leelo en voz alta”, me pide. Y entonces, comparto escritos como “El Picaporte”, o como aquel donde recuerda a Doña Rosario Godoy de una manera tal que uno, sin haberla conocido parece ver la viejita. “No sé hasta qué edad vivió, pero era una pasita de uva la viejita cuando iba a visitarla. Tenía una casita con piso de tierra que lo regaba. Tenía una casita al lado de las vías cerca de los Salesianos”, nos cuenta Yaco quien además dice que empezó a escribir en Israel porque era el tesorero de un club donde se reunían escritores, antes nunca había escrito nada… “Lo primero que escribí fue El Picaporte.
Surgió cuando demolieron la casa de mi vieja y yo lo rescaté. Hoy en día ese picaporte sigue estando expuesto en una sala de una fundación que existe en Córdoba, junto a la foto de mis viejos cuando se casaron. Un picaporte que abrió muchas puertas…”.
Alta Gracia en la sangre
El Club de Dadores Voluntarios de Sangre de Alta Gracia fue un capítulo importante en la vida de la ciudad, y también en la de Yaco.
“Fue algo muy bueno para la ciudad. Al frente, estaban Estaba Antonio Abraham, Argentino Uema. José Caro, un muchacho Powell que era radioaficionado, Rolando Parisi, el Dr. García López. Hasta movimos influencias para hacer el edificio propio en calle 3 de febrero. Jorge Mazzucco me encargó buscar dónde quedó el libro de actas, pero nunca apareció. Si alguien hiciera un pozo en frente del edificio, en una caja y bajo tierra está el acta fundacional del Club”, cuenta entre otras historias sobre el tema.
TADAR: la empresa bandera de Alta Gracia
El apellido Bijman está íntimante ligado a TADAR, una empresa otrora señera en el rubro textil. “La historia como industriales la tuvieron mi papá y mi hermano, aunque la viví de cerca. Llegué de Estados Unidos y entré a trabajar a la fábrica como un empledo más, de vendedor con el apoyo de mi papá y de mi hermano.
La historia es ésta. Mi papá compró un telar por un capricho. Antonino Fidalgo, Salomón Lapidus y Miguel Amiune compran los primeros telares. Mi papá quiso conocerlos y no se los quisieron mostrar. Entonces, le pidió prestado a un hermano 2 mil pesos y compró un telar en Buenos Aires, pero no sabía que le hacía falta también un urdidor. Tuvo que volver y comprarlo. En ese momento, fue cuando mi hermano Toto le dijo que no quería estudiar más, y le vino al pelo. Se sacó el problema de encima porque él no sabía cómo usar ese dichoso telar. A partir de ahí, comenzó la historia".
Toto fue un tipo inteligente, que supo aprender de maestros que le enseñaron. Y con libros que compraba, leía y estudiaba, a los 15 o 16 años se daba maña para hacer todo lo que se proponía”
Yaco sigue contando: “Había ponchos muy lindos. Una vez Toto sacó un poncho muy hermoso y le puso un precio: S 200. El poncho quedó allí hasta que llegó un cliente de Villa Dolores y preguntó. Le dije $ 400 pesos, le gustó y lo empezamos a vender a ese precio.
No hacíamos artículos de primera necesidad, pero se vendían mucho. Cuando empezamos con el chal de astrakalina, nadie lo quería. Teníamos muchísimo stock. A fin de año, fuimos a la sierras y a cada cliente le regalamos uno para las esposas. A los pocos días me llamaban desesperados pidiendo otros chales. Vendimos de cien, de a doscientos…”
¿Como se impusieron los productos de Tadar en el país?
“En Humahuaca había un señor, Angel Zuleta, que vendía en la zona. El nos compraba muchísimos. En Atamisqui, Santiago del Estero, los hombres son braceros, peones golondrinas. Había un árabe Matar, que tenía una casa de ramos generales donde podías conseguir desde yerba hasta un féretro. Un día, cómo habría llovido que no podíamos ir a cobrarle. Toto me mandó a cobrar en avión!!! Fui con un avión del Aero Club. Cómo sería de buen cliente este árabe!!! Compraba, no se.. cinco mil ponchos…”
Pero Yaco sigue contando la historia de TADAR: “En esos tiempos en Buenos Aires se vendía la manta, la media manta, la chalina... Vienen de la Comisión de Cosquín para hablar con mi hermano para que les cree un poncho especial que fuera símbolo de festival. Toto estuvo observando dibujos incaicos, eligió uno que lo trabajó y lo modificó y sacó el famoso poncho coscoíno.
Los primeros los vendieron fue una casa que se llamaba Gómez y Ripetta, de Cosquín. Ese poncho se vendió muchísimo, fue impresionante cómo se movió. Fue emblema de los mejores años del festival. Lo usaban los conjuntos musicales, la organización los regalaban a las figuras y a los invitados especiales. A la fábrica vino una vez Jorge Cafrune a buscar sus ponchos”.
Continuamos hilvanando recuerdos junto a Yaco Bijman
La charla con Yaco continúa. Su café hace rato que se enfrió, pero no le importa. Está entusiasmado, feliz de contar sus historias y “su” propia historia. Sabe que en días más volverá a Israel y, que ese lugar queda lejos. “Viví en Alta Gracia hasta 1977. Nosotros en Israel decimos que hay un “sheliaj”, un enviado que nos convence de ir a vivir a Israel, y en mi caso, uno de nuestros enviados fue el General Menéndez… había que irse… pero para qué hablar de cosas feas, demasiado dolor hubo en esos tiempos”.
¿Cómo era la Alta Gracia donde se crio Yaco?
“Tengo el mejor recuerdo de mi niñez. Cuando era chico, me bañaba en la pileta de lavar la ropa y mientras me bañaba, decía discursos onda ´Vamos construir en el Tajamar un puerto para que lleguen barcos de todo el mundo´. Tenía 8 años. En la vereda se paraban a escuchar Botiglieri, el padre de Reinaldo Luppi, y Don Nasim Amiune, el padre de Miguel y se cagaban de risa!”. “Era un pueblo de calles de tierra. El primer asfalto se hizo con De la Rúa de interventor. De esa época quedaron los embudos que todavía están al lado del Tajamar”.
Amigos, personajes y demás
La conversación sigue pasando por varios temas. A medida que avanza, surgen nombres, anécdotas, historias... Entonces, nombra a Héctor Llorens (“siempre fui su admirador”), y cuenta cuando le ganó las eleciones a Gaetani, conservador “pollo” de Aguirre Cámara.
O menciona a un tal Héctor Buffo, que fue representante de los diarios y revistas de Buenos Aires. “Tenía una agencia en la avenida Belgrano. Cuando había un acontecimiento en Buenos Aires, lo escuchaba por la radio, tiraba una bomba de estruendo y escribía “falleció Florencio Parravicini”, por ejemplo, para que todos se informaran de la novedad”.
La Cámara Junior, “formadora de dirigentes” no podía estar fuera de la conversación y surgen nombres como Laniado, Faur, Amiune, Trintinaglia, Ferrari, Piccón, Barbeito, Guardabassi y tantos más que contribuyeron a hacer grande la ciudad con su hacer diario.
El mediodía nos estaba ganando. En la memoria de Yaco quedaron muchas historias por relatar y en esta nota mucho por escribir de lo contado. Quedará, sin dudas, otra oportunidad para hacerlo. Por ahora, nos sentimos satisfechos.
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No hay mucho más para agregar: FOTAZA
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