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Peponas, aldeanas, novias, damas antiguas... Alta Gracia hasta tuvo su exitosa fábrica de muñecas.
Cosas Nuestras12 de septiembre de 2020Alta Gracia tuvo industrias cuyos productos recorrieron el país y el mundo. Injusto sería no mencionar la fábrica de muñecas que perteneció a la familia Dufrechou. Desde 1960, y por treinta años, produjo, vendió y hasta exportó, dándole trabajo a mucha gente y poniendo a la ciudad en el mapa comercial.
Nancy (Maestra Jardinera, ex Directora de Turismo y Cultura entre muchas otras cosas), fue una de sus dueñas y cuenta la historia.
“Mi hermana vivía en Buenos Aires. Un día para un cumpleaños hizo un muñeco y lo trajo. Entre mi mamá Beatríz que era empresaria, mi hermana, y yo que era Maestra Jardinera vimos que gustó mucho y comenzamos a hacerlos. Entre las tres empezamos”.
La cuestión fue que la fábrica comenzó como algo familiar y poco a poco fue creciendo. “Los primeros muñecos se los vendimos a la Sra. de Izeta, que tenía su negocio en la Av. Belgrano” -sigue contando Nancy- “Se entera un señor de Córdoba, de apellido Apfelbaum, que tenía seis bocas de expendio en la Terminal de Omnibus y nos empezó a comprar; luego una gente de Carlos Paz y también… se fue corriendo la voz.
A la vez, hubo comercios de Buenos Aires. Venían azafatas de una empresa de aviación que nos buscaban las muñecas para llevarlas al exterior. Nos decían que nuestras muñecas tenían una expresión que no tenía ninguna otra”.
Hubo compradores que llevaron los muñecos a todo el país e incluso a Chile y a Bélgica.
En Alta Gracia, La Serrana y Morydi eran grandes compradores. “La Serrana exhibía en sus vidrieras a las Novias con distintos vestidos”, dice Nancy.
Así se trabajaba en la fábrica de muñecas
Total que el emprendimiento fue creciendo. “Llegamos a tener hasta 40 costureras a domicilio”. Pero ello implicaba también más empeño, más trabajo. “Mitad de junio, julio y agosto que era el Día del Niño, yo dormía dos horas por día. Entre el Anglo Americano y la fábrica, no me quedaba más tiempo porque salía del colegio, subía al auto y empezaba a llevar y a recoger costuras, y luego a crear en la fábrica”.
La fábrica primero se llamó HEPA (por Helga y Pablo, los nietos de Doña Beatriz); luego pasó a llamarse PATY, y fabricaba todo tipo de muñecos en tamaños que iban desde los 10 centímetros a casi 2 metros (como la pareja de aldeanos que exhibió Morydi en su puerta para un rifa). “Teníamos muchas creaciones propias y también muñecos que homenajeaban cuentos infantiles. A eso, le sumábamos osos panda, puff en forma de tortuga, perros... pero había creaciones especiales que se vendían muchísimo y amábamos hacerlas”.
Nancy hace un pausa y cuenta: “Las aldeanas tipo Sara Kay y las damas antiguas eran las más pedidas junto al perro que llamamos Topeka. Para Chile, por ejemplo, hacíamos una muñeca playera que era una gordita con malla, corpiñito, bombacha y cofia. La anécdota era que teníamos que mandarlas vacías, con la bolsa de bolitas de telgopor aparte porque los carabineros pensaban que podíamos pasar cosas adentro de las muñecas. No eran tiempos fáciles en Chile”.
Las muñecas de Alta Gracia llegaron incluso a ámbitos judiciales: “La Justicia, cuando trataba hechos de violación o de abuso, nos pedía muñecos con sexo. Entonces les hacíamos todo el conjunto, el abuelo, la abuela, el padre, la madre, el profesor de educación física, todas con sexo. Era algo raro de hacer, pero también vendimos en ese ámbito”.
Fue en el año 1977. En el marco de una promoción de Alta Gracia y sus industrias, la muñeca llegó a manos de la diva de los almuerzos. “Fue una Dama Antigua, del modelo que llamábamos Cathy. Ese día también le entregaron un poncho de Tadar, recuerdo”, cuenta Nancy.
Así fue cómo una muñeca altagraciense llegó a la mesa más famosa de la televisión argentina, y la imagen quedó fotografiada para que años después la saquemos a la luz.
Mirtha Legrand recibe en uno de sus almuerzos, de regalo, una muñeca confeccionada en Alta Gracia.
La ciudad, el país, era distinto en aquellos tiempos. “Para embalar las muñecas le comprábamos una enorme cantidad de bolsas de nilon a Gumar”. O sea, una industria local le compraba a otra industria local, y ambas le daban trabajo a gente de la ciudad. Desde Turismo se organizaban tours turísticos “paseando” a los visitantes por la fábrica de muñecas, por la cristalería, las textiles, las fábricas de bebidas...
“Lo que más me gustaba hacer era diseñar, crear. La primera que diseñó fue mi hermana y luego me sumé. La parte creativa corría por parte nuestra. Mi mamá se levantaba a las 5 de la mañana e iba a la fábrica a marcar. Agarraba la pieza de tela y los moldes que yo hacía. Los marcaba y cortaba. Yo a la tarde los pasaba a buscar y los repartía a las costureras. Nos habían diseñado unas tijeras especiales para hacerles los bucles a las muñecas”, sigue recordando Nancy.
Y así, entre telas de todo tipo, peluche, cintas, ojos de vidrio y de plástico, cintas, trencillas, encajes, puntillas y cabello de seda fueron transcurriendo los mejores años de esta auténtica industria local que puso a Alta Gracia en las vidrieras del país.
Nancy, junto a algunas de las hermosas creaciones que se producían en nuestra ciudad.
La fábrica funcionó en su plenitud hasta finales de los ochenta cuando sufrió la hiperinflación primero y la apertura de la importación después. Una historia repetida mil veces en la industria de nuestro país y que terminó con los emprendimientos y las ganas de muchos.
La fábrica ya no está, pero quedan sus recuerdos, sus creaciones que seguramente aún siguen regalando magia y arrancando sonrisas de amor...
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