LA HISTORIA Y LA LEYENDA DE AQUEL BOLICHE LLAMADO KRAJOS

Formó parte del mapa de la noche de Alta Gracia durante unos cuantos años. Ubicada cerca del centro y lo convenientemente lejos del ruido de la Belgrano, colmó de música, alegría y amistad a un par de generaciones.

Cosas Nuestras 26 de octubre de 2020 juan carlos juan carlos
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Formó parte del mapa de la noche de Alta Gracia durante unos cuantos años. Ubicada cerca del centro y lo convenientemente lejos del ruido de la Belgrano, colmó de música, alegría y amistad a un par de generaciones. Krajo´s fue, sin dudas, uno de los centros de diversión más recordados de la ciudad.

Hablar de Krajo´s con Arturo Haberstock no es cosa sencilla. En su cabeza, a lo largo de la charla pasan mil cosas que se apuran por salir de sus labios recordando los años en que el boliche marcaba un rumbo en la noche de la ciudad.

Otra noche, otros códigos, por cierto. Más manejables, más dignos de ser disfrutado tanto por los clientes como por sus mismos protagonistas. A lo largo de la conversación fueron desfilando nombres, hechos, acontecimientos que marcaron una época en muchos aspectos.

Abrimos el juego a nuestros lectores para que también ellos nos ayudaran a reconstruir la historia y la leyenda de Krajo´s. Entre todos, fuimos recogiendo historias que conformaron “la historia” de uno de esos sitios emblemáticos que formó parte del panorama urbano de Alta Gracia durante los años setenta y ochenta.

Krajo´s, que nació de la inspiración de su dueño, primero fue discoteca sólo para parejas, luego anexó una lomitería que aún hoy sigue dando que hablar y más tarde fue todo uno, para satisfacción y diversión de todos. Viernes y sábados por la noche. Domingos de matiné para que los más chicos también pudieran ir. Fueron dieciseis años a pura diversión.

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Reyes de la noche

La historia de Krajo´s empezó oficialmente los últimos días de 1972. Pero en la cabeza de Arturo Haberstock se gestó mucho antes: “De adolescente siempre tuve la idea de tener un boliche. Allá por el año 1971 fui haciendo un croquis de cómo me gustaría que fuera. Un día me crucé con Julio Poletta y le conté. Dibujé en un papel el edificio que yo quería (“acá el entrepiso, acá la pista…”). Fue Héctor Beltramone quien me contactó con el Arquitecto Videla, con quien terminé haciendo una amistad hermosa de treinta años. Le mostré el croquis, le hicimos algunos retoques y empezamos a trabajar”, cuenta Arturo acerca de los inicios.

El lugar estaba elegido. La esquina de Pellegrini e Illia (por entonces Centenario) era un baldío y allí comenzó a trabajar la pala mecánica de Pasarelli. “Con el arquitecto Videla trabajamos para llevar el proyecto a la práctica.
Trabajamos hasta julio o agosto cuando paré la obra cuando estaba a la altura del techo. Tenía otras obligaciones; mientras tanto fui comprando muchas otras cosas, como las telas, los sillones, los equipos de música y luego retomé la obra a mediados del 72".

Todo listo... o casi

Paradójicamente, la inauguración de Krajo´s fue en otra confitería. ¿Cómo? Lo recuerda Arturo: “Quisimos inaugurar el 28 de diciembre de 1972, pero a último momento cayó la Municipalidad no habilitándolo. Ya estaban las invitaciones enviadas, estaba todo listo. Fue cuando me dio una mano Alberto Vázquez, que era dueño de La Sombrilla y me invitó a que la “inauguración” la hiciéramos allí para no quedar mal con la gente.

Unos pocos días más tarde pudimos finalmente inaugurar el boliche como queríamos. Pleno verano, fue un boom, siempre lleno. Junto a Krakatoa nos repartíamos la noche de la ciudad. Por entonces, Krajo´s era un boliche solo para parejas”.

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Boliche a pleno

El boliche soñado por Arturo ya era una realidad. Y junto a él un grupo de gente que le daba vida cada noche: “Carlos Serachiolli fue el primer disc jockey, luego se fue a Córdoba y estuvo Eduardo Adjamián. Estuvo muchos años, luego hubo algunos más hasta el final. El último fue Juan Molé”.

Pero la barra también tuvo su historia: “Los tragos que más se vendían diferían mucho de la actualidad. Las mujeres por lo general tomaban jugo (de ananá o naranja), cuando mucho alguna pedía un whisky con ananá que era raro o un Destornillador de naranja. Algunas se le animaban a un Séptimo Regimiento con jugo de frutilla o algo así. Los chicos tomaban whisky. Old Smuggler o Criadores, que por ese entonces eran muy buenos. El fernet con coca no se tomaba, no se pedía. Ah!, y tenía en la barra una botella de anís 8 Hermanos,para un cliente muy especial: el Rulo Barceló”.

Había “hinchas” de Krajo´s. Tantos que en un momento hasta se hizo un carnet de socios. “El número uno fue para Giovanni Barca; dábamos promociones, descuentos, alguna canilla libre. En esos tiempos no se emborrachaban como ahora”.

De amistades y amores

El boliche abría a las 10 de la noche y cerraba a las 4 de la mañana, como se estilaba en aquellos tiempos. “Por el boliche pasaron todos. El Gordo Luppi, el Flaco Perea, el ruso Broens que ahora está en Australia. Si me pongo a repasar nombres no termino más. En Alta Gracia, si hoy tenés entre cincuenta y cinco años y setenta, seguro pasaste por Krajos.

Terminaron siendo más amigos que clientes. Muchos que venían a Alta Gracia de turistas iban al boliche y aún hoy tengo contacto con ellos que viven en Buenos Aires o Santa Fe, por ejemplo”.

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El nombre de la discordia

“Originalmente el nombre iba a ser ´Carajo´, que no es una mala palabra, es una parte del barco donde te mandaban castigado. Pero claro, eran tiempos en que había mucha influencia del clero en la política, y otra forma de pensar. Total, que no me lo autorizaron. Lo pedí a la Muni y me dijeron que no. Entonces entre Pedro
Videla y José Schaffer le fuimos dando vueltas al nombre para ver cómo lo podíamos adaptar sin que se perdiera de todo la idea original y así fue como surgió el nombre definitivo del boliche. Pedro Videla fue el que dibujó el Fauno que caracterizó al boliche desde el inicio”, relata el inefable Arturo.

La Lomoteka

Si una característica propia tuvo Krajo´s fue su lomoteka. Hay quienes aseguran que nunca comieron lomitos más ricos que los que allí servían. “A fines de diciembre de 1973 inauguramos la Lomoteka. Antes había sido solo boliche para parejas. A la lomoteka iban chicas solas y chicos solos y quedaban regalados, entonces decidimos hacer que el boliche también fuera para ellos. Salían por una puerta y entraban por la otra. Más tarde estuvo todo unido por dentro, era boliche libre”, dice y agrega: “El primero que hizo lomitos fue el Gordo Eduardo Calfayán. Las papas fritas las hacía Don Rojas, con la señora y los hijos. Don Eduardo hacía de mozo, y la señora hacía las papas. Pero no había mucho secreto: usábamos buen aceite, usábamos buen pan (primero fue de La Europea y luego de La Francesa), y comprábamos buena carne. Salían unas 50 o 60 docenas de lomitos por fin de semana, una barbaridad. Utilizábamos la mejor carne, el mejor jamón. Por eso salían tan ricos”. Simple. ¿no?

La noche y sus códigos

Arturo Haberstock y Lalo Ferreyra eran los “dueños” de la noche de Alta Gracia por aquellos años. Pero lejos estuvo de existir una rivalidad. “En los años iniciales del boliche, había códigos. Con Lalo Ferreyra, por ejemplo fuimos muy amigos. El también se fue cansando en los últimos tiempos. Con él había códigos. Yo iba a su boliche y él venía al mío. Venía a comer lomitos, teníamos una relación muy linda. Además, había gente para las dos confiterías, e incluso la gente iba un día a una y al otro día iba a la otra. Había respeto entre los dueños de los distintos lugares de la noche, hasta que empezó a tallar otro tipo de gente y se puso todo espeso”.

En esta parte del relato, a Arturo se le hace un nudo en la garganta. Ya volveremos sobre este tema.

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Música para todos

Volvamos a las cosas agradables. Cuenta: “Agarramos la mejor época para los boliches con la música de los
años setenta. Mucha música disco, apenas unos minutitos de cuarteto a última hora, y a partir del 82, el rock nacional presente”. ¿Y los lentos, Arturo? “Siempre estuvieron los lentos. Estaba todo armado, tantos minutos de movido y tantos otros de lentos. Todos sabían que a determinada hora empezaban los lentos. Había gente que esperaba el lento. A otros no les gustaba y se iban a sentar. Era automático, unos se paraban para bailar y otros se sentaban esperando que terminaran para volver a la pista. Era un recambio total”.

El lado B

No todas fueron rosas. A medida que fue avanzando el tiempo, ocurrieron hechos que terminaron con la noche “sana” de aquellos primeros años. “Cerramos en 1989, ya todo era mucho más difícil, los códigos habían desaparecido y todo era muy problemático. Había peleas, los chicos ya llegaban borrachos o drogados al boliche y eso no podía ser. Encima, los controles no eran parejos para todos, y así se hacía muy complicado. Puse un boliche para disfrutarlo y para divertirme, y eso ya no era posible. Un año antes de cerrarlo sufrí un atentado, me quemaron el boliche y de milagro no murió un pibe que trabajaba y que esa noche se había quedado a dormir adentro. Entonces un día dije “basta”. Cerré un domingo y el lunes me puse a desarmar todo. Prefiero recordar la parte linda de la historia, que fue mucha y quedará para siempre”.

El mejor premio

Con el paso de los años, el mejor de los premios lo otorga la gente. El facebook de COSAS NUESTRAS se inundó de nostalgia y de agradecimientos hacia Arturo y toda su gente. A más de 20 años de haber cerrado sus puertas, cada altagraciense que pasa por esa esquina lo recuerda con cariño. Es que fue un capítulo de la mejor parte de nuestras vidas.

Arturo decía que elegía recordar las cosas lindas que vivió entre sus paredes, y así lo hace en el cierre de la charla: “Me di el gusto de hacer un boliche, y lo disfruté casi todo el tiempo que lo tuve abierto. En Krajo´s hicimos noches, matinés, recitales, teatro, hasta fiestas de casamiento. Ahí conocí a quien es mi señora, Raquel Ollero, que iba a bailar con un grupo de chicas amigas. Enseguida le eché el ojo, era la más linda de todas. Hoy, a la vuelta de tantas cosas nos sentamos a la mesa y somos catorce. Hijos, nietos, es lo más lindo de la vida, y también me lo dio indirectamente el boliche, porque ahí la conocí”.

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