Supercoop Alta Gracia: Amistad, compañerismo y buenos precios
Un comercio que escribió su historia con tinta indeleble.
“La Gumar” fue una industria señera en el país en el rubro del plástico. Además, formó parte de un conjunto de empresas “bandera” que llevaron el nombre de Ata Gracia a todo el país. Años de gloria forjada con mucho trabajo y gran visión, y un final no deseado forman parte de la historia de esta mítica empresa que tuvo nuestra ciudad.
La historia comenzaron a escribirla a principios de los años sesenta Luis Enrique “Yito” Guardabassi y Horacio Marbián (de ahí, de sus apellidos surgió el nombre de GUMAR). Que además de socios, eran primos y un día vieron que en Buenos Aires alguien vendía una máquina extrusadora. No sabían muy bien qué era, ni para qué servía. Mucho menos cómo se manejaba. Pero la curiosidad pudo más, se convirtió en aventura y la aventura en empresa.
Tanto que la compraron y la hicieron traer hasta Alta Gracia para ponerla a trabajar. Eran tiempos en que el polietileno era toda una novedad y recién empezaba a imponerse en el mundo, y esta máquina haría que fabricaran esas novedosas bolsitas que reemplazarían a las históricas de papel. Para manejarla, convocaron a Luis Díaz, una persona de Buenos Aires que sabía instalarla y operarla. A Díaz le gustó la ciudad y la experiencia y se quedó a vivir en Alta Gracia y fue empleado de Gumar más de 20 años.
Todo esto nos lo cuenta Luis Guardabassi, hijo de “Yito”, que conoció bien de adentro la empresa.
Comenzaron a hacerse los primeros productos. Primero con con un mercado de boutiques y zapaterías. No faltaría mucho para que se ampliara a otros rubros. “Me acuerdo haber visto las bobinas grandes de polietileno para por ejemplo, Batistella, o para la juguetería Pluto. Les hacíamos cientos de miles de bolsas. O para Ottonello, que fue uno de nuestros mejores clientes”.
El salto empresarial lo dio el vínculo comercial con Arcor. Luis Guardabassi fue amigo personal de Fulvio Pagani y de ahí nació la relación. El crecimiento de Arcor llevó de la mano a Gumar, que para satisfacer la demanda compró una máquina impresora (la Venus 1). “Fue de las primeras que se fabricaron en el país. Era tecnología de punta y Gumar la tenía.”
Pero cuando todo estaba encaminado, una desgracia empañó el panorama. En uno de tantos viajes que tuvieron a Buenos Aires, en un accidente, falleció Horacio Marbián, y Guardabassi quedó solo al frente de una empresa en pleno crecimiento. Corrían los últimos años de los sesenta. Luego tuvo otros socios como Roque Rigoni. Otro fue Rubén Primo. Ambos estuvieron poco tiempo.
La fábrica empezó a funcionar en la esquina de España y San Juan Bosco, donde más tarde estuvo La Alpaqueña. Cuando empezó a crecer, necesitó un espacio más grande y compró el edificio de una vieja fábrica de pastas, el tradicional edificio de Avenida Libertador y Bossi, donde hoy está Bonamicci. Más tarde se trasladó a la Ruta C45, donde actualmente funcionan los talleres de la Sarmiento.
“En los primeros tiempos, había máquinas manuales para cortar bolsas, no habían llegado aún las automáticas. Fue cuando se contrataron muchas mujeres. Gumar llegó a tener casi cien empleados y se convirtió en una familia muy grande. Muchos empleados y empleadas se conocieron allí y se terminaron casando. En un momento dado, mientras los maridos trabajaban en la fábrica, las mujeres lo hacían en sus casas, cortando las bolsas”.
Sigue contando Luis: “Uno de los empleados que estuvo muchos años con nosotros fue Marcelo Rodríguez. Su mujer, Teresa, también trabajó en la empresa. Marcelo fue un empleado de mucha confianza de mi papá que mí me enseñó mucho”..
Sigamos. La primera extrusora quedó obsoleta y se fueron comprando nuevas hasta tener trece máquinas. Con la impresora pasó lo mismo, fueron renovándose y llegaron a ser cinco de cuatro y ocho colores.
Con Arcor se incursionó en la industria alimenticia y los pedidos se incrementaron: “Solamente para Arcor llegamos a hacer más de 100 toneladas de productos de polietileno al mes, una enormidad”.
Arcor tenía su propia empresa, pero no daba abasto para sus necesidades y allí entraba Gumar en escena.
“Seguimos creciendo. Firenze (la panificadora) fue la primera firma de Córdoba donde hicimos trabajos de laminación, por ejemplo”.
El galpón construido en Ruta C45 se compró en Estados Unidos. La empresa solo hizo la platea y llegó desde allá toda la estructura desarmada que solo había que armar. “Recuerdo que para armar esa estructura contratamos la grúas de Soinco. Se armó como un Rasti, pieza por pieza”.
Gumar fue símbolo de una época en la cual Alta Gracia tenía mucha industria, y de todo tipo.
“Todo lo que compramos como inversión para crecer se compró con créditos pedidos en los Bancos”.
En tiempos de dólar fluctuante, lo que se hizo como inversión terminó siendo el puñal que heriría de muerte a la empresa poco después.
Encima, se apostó mucho a Arcor, y Arcor, tras la muerte en accidente de Fulvio Pagani, de pronto dio por caídos los acuerdos de palabra, lo que significó un golpe duro para Gumar. La fábrica quedó prácticamente parada. Y como si fuera poco, llegó el “Tequilazo”. Fue el principio del final.
Lo cuenta el propio Luis: “Gumar se fundió trabajando. Nosotros trabajábamos las 24 horas del día los 365 días del año y no nos alcanzaba ni para pagar los intereses de los créditos que habíamos contraído. Habíamos invertido millones de dólares y nos quedamos absolutamente sin nada en manos de los bancos”.
Gumar cerró en mayo de 1999 y Luis Guardabassi falleció en febrero de 2000 con apenas 68 años, víctima de tristeza, de impotencia, hasta de vergüenza por haber quedado mal con mucha gente amiga, después de tanto esfuerzo y tanto trabajo.
El mercado de Gumar abarcó toda la provincia de Córdoba. También la región de Cuyo donde tuvo una presencia comercial muy fuerte. Fue un mercado muy grande, sin dudas. En Córdoba las ventas las manejaba José “Chiche” Chavero. En Cuyo estaban a cargo un hombre de apellido Cruz. “No teníamos camiones propios, para las entregas en Córdoba trabajábamos con Fuentes. Pepe y sus hijos atendían nuestros envíos”.
Lo cierto es que Gumar marcó una época. Fue una empresa pionera en el rubro, líder de mercado y que se constituyó en símbolo empresarial de Alta Gracia.
Recorrida obligada de las escuelas primarias de la ciudad, referente dentro y fuera de la provincia, fue sin dudas una de las grandes industrias que contuvo durante más de tres décadas, en su seno, a gran cantidad de trabajadores locales.
Luis nombra a algunos de quienes trabajaron en la fábrica, a riesgo de olvidarse de muchos otros.
“Irma Moreschi, Atilio Cano (un segundo padre para mí), el tucumano Tiluá, que era muy buen impresor, Chovassi, o los tres hermanos López, que después se dedicaron a la construcción. Pedro Ochoa..”
Una mañana, los bancos remataron todas las máquinas y las instalaciones.
“Fue muy doloroso luego de tanto esfuerzo. Mi padre y todos nosotros sentimos que se nos acababa todo. Mucha vergüenza por sentir que se le había fallado a la gente”.
Pero más allá de ese final no deseado y mucho menos buscado, quedó el alma pionera de un “Yito” Guardabassi que dejó el alma por la empresa y que convirtió a Gumar en un mojón ineludible a la hora de contar la historia del comercio y la industria de Alta Gracia.
Un comercio que escribió su historia con tinta indeleble.
La nota bien podríamos titularla: Milonga del quinielista.
Sin dudas, una de las más exquisitas tradiciones gastronómicas de Alta Gracia.
Alta Gracia tuvo industrias cuyos productos recorrieron el país y el mundo. Injusto sería no mencionar la fábrica de muñecas que perteneció a la familia Dufrechou.
Dos fábricas, dos marcas registradas de Alta Gracia que aún perduran en la memoria de la ciudad.
Alta Gracia, con más de cuatrocientos años de historia si contamos desde que Don Juan Nieto puso un pie en estas tierras (unos cuantos menos si contamos desde Manuel Solares a esta parte), tiene infinidad de historias, de mitos y de leyendas que se transmiten - y amplían- de boca en boca a través de los tiempos.
Ayer miércoles se fue de gira con el equipo de los cielos el querido "Pelusa" Ibos. Tenía 82 años y una historia escrita con letras de molde en el fútbol de Alta Gracia.
Luis Héctor Peralta tuvo la particularidad de haber sido electo dos veces intendente de Alta Gracia, pero los golpes de estado le impidieron terminar su mandato en ambas ocasiones.
En esto de andar recolectando historias acá y allá, uno se cruza con amigos que le acercan relatos. A veces, estos relatos no están directamente relacionados con Alta Gracia. O si, porque sus protagonistas son altagracienses.