Ayer miércoles se fue de gira con el equipo de los cielos el querido "Pelusa" Ibos. Tenía 82 años y una historia escrita con letras de molde en el fútbol de Alta Gracia.
Danilo, el ídolo del espectáculo asegurado
Alta Gracia es una ciudad “tuerca” por excelencia, y mucho en esto tuvo que ver Danilo Bonamici. Porque en la galería de grandes ídolos deportivos de estas tierras, debiera ocupar un lugar de privilegio.
Alta Gracia Deportiva10 de julio de 2024juan carlosAlta Gracia es una ciudad “tuerca” por excelencia, y mucho en esto tuvo que ver Danilo Bonamici. Porque en la galería de grandes ídolos deportivos de estas tierras, debiera ocupar un lugar de privilegio.
Danilo Maggiorino Bonamici nació el 11 de mayo de 1940, y desde muy temprana edad le agarró el gustito a manejar. “Cuando era chico y vivíamos en el campo (cerca de lo que hoy es el Autódromo Cabalén), mi viejo tuvo una Ford A y luego un Chevrolet 37. A los 10 años, yo ya manejaba, con mi viejo al lado por supuesto”.
Laburantes, la familia Bonamici vivía de lo que producía en el campo, por ejemplo, leche. “Les vendíamos leche a los comerciantes acá en Alta Gracia. En el verano, por ejemplo, le vendíamos al Flaco Najle, al gringo Renato, a don Juan Coppo, que tenían heladería. Al poco tiempo nos mudamos a la ciudad, a la casa de 24 de setiembre 155, y yo repartía manejando el auto”.
Ya a los 15 años, manejaba un camión Chevrolet 47 llevando y trayendo piedra desde el Valle Buena Esperanza, el Observatorio y de otras canteras de la zona. “Y cuando sos camionero, te hacés mecánico”, dice Danilo.
Y allí podríamos ubicar el primer capítulo de su rica historia deportiva. Una fructífera carrera en aquel automovilismo romántico de los años sesenta y setenta, que sentó las bases para las grandes categorías de estos tiempos. Un automovilismo forjado a muñeca y cojones, con rutas increíbles, atravesando miles de kilómetros en cada carrera, sin tecnología, sin computadoras, pero con mucho corazón y sabiduría de quienes se subían al auto o lo preparaban para ponerlos en línea de largada.
Los comienzos
No le cuesta mucho a Danilo recordar cómo arrancó todo. Quizás porque aquello forma parte de su nostalgia más profunda: “Al poco tiempo empecé a armar el primer auto de carreras. Era un Renault, que fue del Colorado Rodríguez, que también corría en su tiempo, aparte de ser Gerente de IKA. Lo preparábamos con Mario Buoni, con Gino, su hermano, con Félix, al principio en la casa del “Petizo” Blanco, en la bajada de la Sarmiento. Luego lo preparamos en Cosquín, en el taller de Gino y en lo de Mario. Y ahí me fui haciendo. La primera carrera fue un zonal “creo que fue en Laguna Larga”.
Y, si. Empezó por los zonales, pero pronto quiso ir más lejos: “armamos un auto para correr el Gran Premio de Argentina en 1965. Ese año lo ganó el polaco Zasada. Mi auto andaba muy bien, pero en el Dique Los Molinos venía de costado y con la cola agarré un mojón en la Cuesta del Aguila y cuando lo toqué, se me fue… la estaba peleando arriba, iba ganando”.
Fue solo el prólogo de lo que vendría. Un corredor que iba a fondo, que se jugaba en cada maniobra, que era sinónimo de espectáculo, y que por eso fue elevándose a la categoría de ídolo de la gente que lo admiraba viéndolo manejar.
Los grandes premios
Para quienes lo desconozcan, aquellas eran carreras internacionales que recorrían miles de kilómetros en varias etapas. Danilo vuelve a correrlas con sus recuerdos: “En 1966 le gané el Gran Premio a Gradassi por 13 segundos. En el 67 vuelvo a correr de nuevo con Renault y lo gano de nuevo”. Vale acá un asterisco. Ese año (1967), la penúltima etapa terminó acá en Alta Gracia y el parque cerrado fue en cancha de Sportivo.
Ese fue el gran premio que Danilo volvió a definir con Gradassi en la última etapa. “El Renault caminaba una barbaridad, le ganábamos a los autos más grandes. Andaba a 185 o 190 km por hora. Ese gran premio se lo gano a Gradassi corriendo desde atrás. Me llevaba 13 minutos. Desde La Falda al Dique Los Molinos le desconté 3 minutos y algo. Ibamos hasta Pergamino en esa última etapa. El Renault usaba cubiertas 145 y pedí que me pusieran atrás unas 165, y ahí fue que desconté y terminé ganando la carrera.”
Enorme victoria elaborada en base a manejo, motor, y por supuesto un grupo grande de gente apoyando y trabajando. Así lo recueda Danilo: “Para cambiar las cubiertas traseras habremos demorado no más de 15 segundos!!! Teníamos el “gato humano” que era el Gringo Bogdan. Levantaba el auto y los muchachos cambiaban las cubiertas al instante. Terminé ganándole por 5 o 6 minutos. Con esas cubiertas altas atrás, había que tenerlo en la ruta a 190 km por hora!!!”
Y aparecen los nombres de muchos amigos de entonces como el Bochina Miguel (el escobero), el flaco Savino, que era carpintero, el Cuca, que trabajaba con Mario Buoni. El mismo Mario y su hermano, o Armando Vicente...
“Una vez íbamos a la Vuelta de la Manzana y Armando me preguntó quién iba a ser mi acompañante en la carrera. “Vos”, le dije. Te ponés el casco, el cinturón y te quedás callado, no hablés”. Fuimos y ganamos la carrera con el Renault.
Los equipos oficiales
Luego de las grandes campañas, las carreras ganadas y los títulos conseguidos con Renault, a Danilo Bonamici lo convocaron desde equipos oficiales. Así, corrió con Peugeot algunas carreras, hasta que desde Fiat lo convencieron de correr con la cupé 1500.
“Me llamaron de Fiat y me gustó mucho la idea porque el auto se prestaba más que el Peugeot. La cupecita 1500 caminaba a 218 o 220 km a la hora. El motor lo habían exprimido, tenía 165 caballos cuando originalmente tenía 75 u 80. O sea, volaba”, cuenta Danilo.
Allí, al igual que en Peugeot, conoció lo que era tener atrás a un equipo oficial. “Con Fiat yo era un cafisho, tenía todo un equipo oficial atrás que me daba el auto puesto en la largada. Ojo, que yo siempre estaba porque me gustaba trabajar en el auto en el que me iba a subir. Pero era otra cosa. Mucha gente, y mucho laburo atrás de poner en largada al auto”.
Con Fiat, Danilo repitió las hazañas conseguidas con Renault. Se consagró en infinidad de carreras y su trayectoria le valió, entre otras cosas, para que El Gráfico lo incluyera en su libro “Los 100 ídolos del automovilismo argentino”. ¡Tomá mate!
Sin dudas que su gran consagración, por lo que significó, fue ganar el Gran Premio de 1970, con la cupé ante el BMW del polaco Zasada (la postal que rescatamos para iniciar a contar la historia). “Yo corría para ganar. Fue desde Posadas a Paraná y yo largaba en punta en el camino. A los 50 kilómetros diluviaba!!! Ibamos a 190 km por hora, una locura… Pasamos Corrientes con muchísima agua también, y se dio una anécdota muy particular. Cuando salimos de la zona de tormenta, los aviones que seguían la carrera transmitiendo desde el aire la habían rodeado. Ellos nunca vieron que nosotros ya habíamos pasado y decían: “¡Se quedó Bonamici! ¡Zasada en punta!”. Claro, nosotros ya habíamos pasado e íbamos 50 kilómetros más adelante. En la llegada todos esperaban a Zasada y los que llegamos fuimos nosotros!!!”
Y en medio de tanta gloria, hubieron muchísimas otras victorias y carreras inolvidables. Danilo Bonamici figura entre los más ganadores, por ejemplo, del Gran Premio de la Manzana, donde vio la bandera a cuadros tanto con Renault como con Fiat. Y recuerda una anécdota que pinta lo que fue aquello: “Un año corrían los tres autos del equipo oficial Torino, con Ternengo, Copello y Franco, y les gané la etapa yo, con el Renault. Un diario de Bariloche tituló enorme en tapa: “Un Renault le ganó a los Torino”. Yo iba siempre a fondo, a las chapas, convencido de ganar”.
“No me defino, me remonto a los resultados. Yo me sentaba para ganar, y la gente sabía que era así”. Lo dice hoy, un hombre que ganó casi todo lo que corrió y que afirma: “Siempre me divirtió correr. Todo el mundo me quería en el ambiente, me llevaba de diez con todos y eso hacía que lo disfrutara un montón.”
A los 30 años, decidió dejar. “Soy un tipo que cuando toma una decisión, no da marcha atrás. Por la edad podía haber seguido, pero prioricé otras cosas pensando en mi futuro".
Lo que siguió hasta hoy, es historia conocida. El Taller, la familia, el cariño que continúa cosechando de la gente que lo vio correr y que aún hoy lo tiene de ídolo.
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