Días de radio

Alta Gracia en primera persona. Texto publicado en el libro “TIEMPOS VIEJOS (pero no tanto)”, de Juan Carlos Gamero - Enero 2006.

Cosas Nuestras21 de octubre de 2023juan carlosjuan carlos
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Hubo una vez, estando yo en 7mo Grado, que alguien llegó al aula con una serie de tarjetas perforadas, adaptables a las primitiva computadoras de la época. ¿El motivo? Hacer una encuesta. Teníamos que poner nuestro nombre, y la profesión que tuviéramos pensado abrazar “cuando seamos grandes”.

No lo dudé ni un instante, lo recuerdo muy bien. Con letra cursiva escribí firmemente: “periodista deportivo”. Corría el año 1975. Mucha agua bajaría por el arroyo desde entonces.
Hoy, puedo decir orgullosamente que soy lo que siempre quise ser. Periodista deportivo, pero sobre todo, periodista. Orgullosamente periodista. Agradecidamente periodista. Apasionadamente periodista.
Trabajo en lo que me gusta, vivo de ello. No es poco en la Argentina de estos tiempos.
Pero claro, comenzar no fue sencillo...

Como muchos, empecé siendo oyente de radio. Mis domingos comenzaban bien temprano, cuando en la radio a válvula que estaba sobre el aparador de la cocina escuchaba las transmisiones de las carreras de autos. Nasif Estéfano, Eduardo Copello, Jorge Cupeiro, Carlos Pairetti, el Trueno Naranja, la Coloradita de Bordeu, forman parte de mis recuerdos de niñez seguidos con avidez con la oreja pegada al parlante de la radio a la que se le iba seguido la onda. Eran palabras amigas en mis vocablos de infancia y motivo de dibujos en mis cuadernos escolares.

Luego, el fútbol. Seguir a Belgrano, a Boca, al fútbol nacional. Sentirme relator y comentarista a la vez jugando con botones en la gran cancha que era la mesa de la cocina. Festejando un gol o protestando una jugada.
Cronicando un partido del que era a la vez reportero, árbitro, jugador e hincha. José María Muñoz, La Oral Deportiva, Víctor Brizuela, “Córdoba Deportiva: voz, verdad y justicia en el deporte”, José Ademan Rodríguez, Rubén Torri, “atento Sucall”, “¿y la lonita, Tito?”, Hernán Santos Nicolini, “Sucesos Deportivos”, Jorge Roca...¡Qué ganas tenía de ser como ellos!.

En aquellos años, eran solo voces. Dotadas de la magia que da la radio. Imbuidas en el misticismo que solo brinda un medio tan hermoso como la radio, que permite conocer, aprender, pero también imaginar, soñar...

Cuando los ochenta iban corriendo, decidí de una vez por todas que lo mío tenía que ser el periodismo. Dejé mi más o menos remunerado trabajo de empleado de comercio y decidí que a la vida, de ahí en más, tenía que contarla yo. Pasar de oyente a relator. De oído a boca. Del parlante al micrófono. O a la máquina de escribir. O a la computadora.

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Ya con mis estudios comenzados, decidí romperle la paciencia a Luis Luque para entrar a Radio Alta Gracia. Podría decir muchas cosas del “Loco” Luis, pero nunca olvidaré que fue el primero que me dio un micrófono. Y eso no sería justo olvidarlo.

Por aquella época, Radio Alta Gracia no era ni siquiera FM. La escuchabas por circuito cerrado. Si en tu casa tenías el parlantito, escuchabas la radio. Había que pagar una cuota y listo. Y la ciudad, dicho sea de paso, vivía pendiente de lo que se decía o se dejaba de decir por la radio.

“Vas a formar parte del equipo de Susana Santucho en el programa de la mañana”, me dijo Luis. Se llamaba, recuerdo, “Generación 2000” y era un típico producto mañanero con música, noticias, horóscopo, deportes, actualidad, moda y todo lo que entrara entre las 9 y las 12:30.

Eduardo Noelac hacía móviles por las calles. La conducción la compartían la Negra Susana y Daniel Quinteros (hoy es una de las mejores voces de la radiofonía cordobesa). A media mañana, Marco Ortíz (Chirola) con sus 8 o 9 años leía cuentos infantiles. Saturnino Mateo Gómez daba las informaciones deportivas y Luis Luque seguro algún bocadillo metía. A mí me encargaron la tarea de buscar notas por la calle.

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Creo, estoy seguro que uno de los momentos más emocionantes de mi vida fue cuando dije mi primera palabra en un micrófono. Sentí una emoción muy particular que explicarla sería fácil. Entenderla, solo podrían hacerlo aquellos que sienten que su vida comienza a realizarse.

Recorrí calles polvorientas. Hice una y cien notas con mi viejo Panasonic (el “bocho”) que me regaló mi padre. Reporté maestros, jubilados, deportistas, laburantes, desocupados, comerciantes, funcionarios. Pregunté por el precio de la fruta y el costo del pavimento. Por el alza del dólar y el presupuesto de las obras municipales. Hice de todo, y todo me gustaba. Aún a pesar de no ganar una moneda, sentía que estaba enriqueciéndome poco a poco en ese rubro tan valioso que es la experiencia.

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Llegó la hora de un programa propio. Conducido y producido por mí reuniendo en una hora y media a las instituciones que clamaban por tener la palabra en un medio. “Tribuna de la Ciudad” fue durante un año la posibilidad de hablar para los sin voz.

Pero bueno... volvamos a lo que era Radio Alta Gracia por entonces. A ver: hagamos memoria... Don Pedro Reyna pasaba tangos y música “viejita” mientra hilvanaba recuerdos. Mikichi Valverdi ya por entonces arrancaba a la siesta con su “Meridiano Musical”, la queridísima Cristina Del Pino le regalaba una voz de lujo a la gente. Carlos Daniel Pereyra se convertía en el ídolo de las amas de casa cuando abría cada mañana su programa con temas de Palito Ortega. Su hermano Mario alternaba en la consola.
El segmento deportivo estaba a cargo de Saturnino, Hugo Giménez y Víctor Cuello que era el relator de los partidos. También andaba ya por ahí Jorge “Tito” Miguel. A Eduardo Noelac lo retaban seguido, pero a él no le importaba y seguía haciendo la suya. Francisco Caligiuri hablaba de música mucho antes de dedicarse a hablar de política. Con él, estaban Juan De Césaris y Esteban Molinari y juntos organizaron los más importante que se vivió del rock en Alta Gracia.

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Un poquito depués, María Elena Ferreyra le puso un toque inteligente y hasta intelectual a la radio con su voz y su producción. El Negro Edgar Moreno comenzaba a hacernos notar que estaba llamado a ser un grande. Adriana Agüero hacía sus primeros palotes en la locución y Ana María Curvino trataba de encarrilar todo, lo mejor posible.

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Cuando llegué a Radio Alta Gracia, el estudio estaba en calle Chile 154. Estuve en el tránsito de ser circuito cerrado a frecuencia modulada. Fue un momento muy lindo, un paso grande así lo vivimos.

Seguramente me olvido de muchos otros que por entonces hacían la radio en Alta Gracia. Pido disculpas.
Luego, otras emisoras le dieron cabida a mis sueños de periodista pero nunca olvidé mis inicios. Sería jugarle sucio a la vida.

(Texto publicado en el libro “TIEMPOS VIEJOS (pero no tanto)”, de Juan Carlos Gamero - Enero 2006)

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