San Martín: un barrio nacido desde el trabajo y el sacrificio

La historia de barrio San Martín. Todo un símbolo de quienes a partir del trabajo, construyeron su futuro.

Por los barrios 04 de febrero de 2022 juan carlos juan carlos
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San Martín no es de los barrios más antiguos de la ciudad. Ni siquiera está entre los más densamente poblados. Pero historia contiene condimentos que son dignos de ser publicados.

Por ello, elegimos conversar con Alberto Vázquez. El “achura” es uno de los vecinos más representativos y antiguos del barrio, y contó una historia digna de ser difundida.
Plano en mano, nos muestra los límites del barrio: “Va desde las vías del ferrocarril por la Plata hasta Falucho. De ahí hasta Presidente Perón y Córdoba hasta las vías de nuevo”, nos dibuja.
Y comienza a contar: “Las casas de calle Córdoba. Todos estos terrenos, desde Malvinas Argentinas hasta Epec, y desde las vías hasta Falucho eran originalmente de la familia Lozada en sus distintas ramas. Desde Ituzaingó hasta las vías y desde Malvinas hasta Epec eran de una señorita de 80 años que se llamaba Silvia Lozada Echenique”.
Cuestiones administrativas han hecho, a lo largo del tiempo, que los vecinos hayan “pertenecido” a tres barrios distintos. “Hemos pertenecido a barrio San Martín, a barrio Cafferata y a barrio General Belgrano, según quien mandaba los cedulones para pagar los impuestos o servicios. Hoy, barrio General Belgrano ya no existe, fue unificado con este barrio”, aclara.

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Los orígenes

“En el barrio se empieza a construir a fines de 1952. Vendían un lote con una casa, a pagar a 30 años. Lo loteaba, vendía y financiaba el Banco Hipotecario Nacional. Es increíble, pero querían vender las casas y los lotes y no conseguían clientes. Todo lo contrario de lo que pasa hoy. Los empleados del Banco Córdoba trabajaban a la mañana y a la tarde salían a ver si enganchaban algún cliente que quisiera una casita a treinta años”.
También nos cuenta que antes de llamarse San Martín, el barrio se llamó Nueva Argentina; y que los primeros vecinos llegaron a vivir en el segundo semestre de 1953. O sea, que tuvieron hasta 1983 para pagar. 
“Al principio era muy duro, había dos cuotas semestrales difíciles de afrontar. Pero lo que pasó es que allá por 1970, como la cuota era fija, ya no significaba nada. Es más, ir hasta Córdoba a pagarla era más caro que la cuota que había que pagar en el Banco”.
Se trataba de terrenos de 10 x 40, con la casita de techos de teja a dos aguas. Luego del golpe que derrocó a Perón en 1955, el programa fue dejado sin efecto. Pero mientras estuvo, sirvió para que muchos trabajadores pudieran tener no sólo su terreno sino también su techo. Y a pagar a 30 años en cuotas fijas, lo que no era poco entonces ni lo es ahora.

Los primeros vecinos

Vázquez sigue haciendo memoria. “En los primeros años no eran más de 20 o 24 casas. Mis viejos fueron de los primeros. Los pasos a nivel de Malvinas no estaban, tampoco el de la calle Córdoba. El de calle Ituzaingó era un vadito por donde pasaban los carros de tres caballos que traían arena del arroyo. 
El orgullo de estos primeros habitantes del barrio, era que venían del centro a a ver las casitas que había construido el gobierno de Perón.
En calle Ituzaingó estaban Don Miranda, Don Righini, nosotros que éramos Vázquez y un señor Ponce que tenía una despensa. Bajando, en la esquina los Ortiz, al lado el Pibe Reinoso (que era carpintero), luego un tío mío, y más abajo un señor que trabajaba en la panadería de los Martínez, Don Lucero. Luego Don Ramírez que también trabajaba en la panadería. Al lado Ramón Murúa que fue empleado de la Unión Sodera y luego entró a Kaiser; Don Carlos Aranda, empleado de Epec, Zamora. En la esquina vivía un señor Argüello que era chofer de Cotagl igual que Don Bustos.
Don Montenegro, Don Holi, Don Quintana, era gente que trabajaba en las canteras del Cerro. Estaba Garay, que tuvo la imprenta Urquiza. A la vuelta vivían los Mancini, Don Salgado que era policía. En Malvinas y Godoy Núñez estaban los Sequeira; Doña Piru, que puso la despensa. También Cañete, Don Lescano (que era maquinista del ferrocarril). A la vuelta estaba Margaría que tenía un taller de soldaduras en calle Mateo Beres en el centro.
Estaban los Larizatti. Más acá estaba Doña Dominga; Spinetti que era carpintero en la Quinta La Florida. Los Barrera…”
Y así, fue enumerando uno por uno aquellos primeros vecinos.
“Este crédito le dio la posibilidad de tener su casa a los trabajadores. Acá no hubo inversionistas, eran todos laburantes”.

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¿Cómo era al principio?

“Calles de tierra. Sobre la Falucho estaba el tanque del agua. Teníamos caños de hierro y el agua era tan salada que los terminaban rompiendo. Mi mamá cuando hacía puchero no le ponía sal a la olla porque el agua ya venía salada. Muchas veces se le cortaba el jabón. Para tomar, teníamos un pico público al otro lado de las vías, donde había que ir con los baldes. Otro pico estaba en calle Ituzaingó casi esquina Mateo Beres, frente a donde vivía Don Romero. Había otro en Córdoba esquina Núñez.
Por allá por 1965 vino Obras Sanitarias, hizo todo el zanjeo y la distribución de agua para todo el barrio.
En cuanto a la luz, acá en el barrio se alumbraban a lámparas y sol de noche. El tendido eléctrico fue llegando de a poco y una costumbre sana: nadie se prendió nunca con los ganchos. La luz comenzó a llegar en 1958 o 1959.
Eso sí, cuando los jóvenes íbamos al centro, al volver al barrio, a la noche la última luz que teníamos estaba en la YPF que estaba en la esquina de plaza Mitre. 
Para cruzar el paso a nivel, teníamos un tablón angosto de unos 40 centímetros de ancho, y de unos 6 metros de largo. Cuando uno estaba pasando, el que venía de frente tenía que esperar. No era fácil cruzar cuando había llovido. 
.El pavimento llegó a partir de 1987, durante un gobierno de Audino Vagni. Había unas pocas cuadras, desde el año 1967, pero eran pocas. Las había hecho una empresa que se llamaba Santa Lucía, que era de San Francisco”.

El Centro Vecinal

“Tengo 50 años de centrovecinalista. Luchamos junto a todos los vecinos para tener los distintos servicios de pavimento, cloacas, gas, iluminación. Tuve distintos cargos, pero siempre trabajando en el Centro Vecinal”, cuenta Alberto. 
Hizo historia una gran peña que se organizó. “Fue para la futura plaza del barrio. Un día fuimos a ver a Bonfigli para armar la plaza. Pusimos unos pocos juegos, un mástil que hicimos con materiales que conseguimos los propios vecinos. Hicimos una peña fabulosa, ¡con 50 centavos en el bolsillo!. Acá vivía el Chelo Faretta, que distribuía bebidas y la dio en concesión. Un señor Apostol puso el camión para buscar las sillas y mesas que nos prestó el Club Chanta 4. Bolzoni nos dio los ganchos de chorizo, Lingua las bolsas de pan. La Municipalidad nos dio el palco y Ecos nos prestó 9 micrófonos para los instrumentos, las voces y para el locutor, que fue Miquichi Valverdi.
Los artistas todos vinieron ad honorem. Algunos, incluso, eran del barrio. 
Una vecina tenía un horno pizzero y lo puso a disposición, otros se pasaron el día haciendo empanadas.
Lo recaudado nos alcanzó para comprar 11 columnas de alumbrado público (sin las luminarias) que fuimos colocando en las calles, a 3 por cuadra. Las luces las fueron comprando los vecinos y las instalamos entre todos.

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El famoso buzón

“En el año 1954 se reunieron los vecinos para tratar el tema de que había que ir hasta el viejo correo, en el centro para enviar las cartas. No había Centro Vecinal, era una comisión de vecinos que se reunieron con Peralta, que era intendente por aquel año. Como estaba muy relacionado con el Correo, gestionó un buzón para el barrio.
Estaba Don Lazet, que trabajaba en el ferrocarril, Don Lescano, Faustino Miranda, Zamora, mi viejo. Total que llegó el buzón y hubo que instalarlo. Entonces hicieron un pilar y lo embutieron. Faustino Miranda propuso que lo pusieran en la vereda de su casa, porque podía cuidarlo. Como salía a las 5 de la mañana a trabajar, dejaba la luz prendida para que estuviera iluminado.
El correo era fundamental para las comunicaciones. Una carta a Buenos Aires demoraba una semana para llegar y otro tanto para esperar el regreso de noticias. Por el buzón, los carteros pasaban a la una y media de la tarde a retirar las cartas que todos enviábamos. Venían carteros como Pedro Reina, el Chulón González o Cardona. Todos eran buena gente, muy buena gente.
El buzón dejó de usarse conforme avanzó la tecnología y un día, junto a Pedro Spinetti, en recuerdo a esos viejos que hicieron la gestión, decidimos trasladarlo de la esquina de Corrientes y 3 de Febrero, a la plaza como un símbolo del barrio. Pronto le vamos a colocar una placa con los nombres de aquellos pioneros del barrio”.

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El Club, sus inicios

El Club San Martín fue, sin dudas, un símbolo del barrio. “Entre varios locos compramos siete lotes. Para pagarlos, pusimos de garantía nuestras propiedades. Coloccini, Fidel Heredia, Ronaldo Arrigoni, Juan Carlos Tetti, Víctor Navarro, yo… entre siete compramos los terrenos. Pedro García fue quien hizo los papeles de personería jurídica y cuando la conseguimos, todos nosotros donamos los lotes para el club.
El mismo García fue quien “mangueó” los 70 metros del techo para la sede a la gente de Palmar. Fuimos a buscarlo con el camión de René Díaz. Así fue todo, siempre a pulmón. Lo mismo fue para poner las luces, o el alambre para la cancha. Pintamos los postes con los colores rojo y celeste. Todo lo hicimos con voluntad, con ganas, con pasión”. 
La realidad del club hoy es otra, y alguien debiera dar alguna explicación a aquellos pioneros.

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