Supercoop Alta Gracia: Amistad, compañerismo y buenos precios
Un comercio que escribió su historia con tinta indeleble.
Era el bar “del Hugo”, del “Colorado”. Era el bar que cerraba la Belgrano antes convertirse en Libertador, y que sobrevivió hasta donde pudo los embates del progreso y las ansias expansionistas de Becerra.
Comercios con historia19 de septiembre de 2020juan carlosEra el bar “del Hugo”, del “Colorado”. Era el bar que cerraba la Belgrano antes convertirse en Libertador, y que sobrevivió hasta donde pudo los embates del progreso y las ansias expansionistas de Becerra.
Las botellas en los estantes, detrás de la barra. Las mesas simples, cuadradas, bien de bar de aquellos tiempos. Vasos de culo grueso y el nombre del boliche pintado en la vidriera. Afuera, un cartelito de Coca Cola da señales inequívocas que allí había un bar con todas las de la ley.
Ideal para un buen café con leche con medialunas; o para compartir una cerveza. Por qué no un Gancia con una picadita.
Así de simple era el Bar Carrasco; y tal vez esa misma simpleza fue la que lo terminó convirtiendo en un símbolo de aquella última cuadra de la Avenida Belgrano.
Tal vez porque su espíritu lo reclamaba, fue la última porción de sueños que terminó de convertirse en supermercado.
Al cabo de tantos años, uno debe asentarse en los recuerdos en quienes lo conocieron por dentro. Así Gabriel, uno de los hijos de Hugo, nos cuenta:â“Arrancó todo allá por los años cuarenta. Al principio no fue bar, fue una panadería. Los que iniciaron la historia fueron mis abuelos”.
Y así fue. Angela y Ricardo fueron los iniciadores del negocio. Ricardo, español de pura cepa y Angela una hermosa checoslovaca que lo enamoró y de quien seguramente habrá que buscar los orígenes del color de cabello de su hijo Hugo.
Hugo y su madre Angela.
“Me contaba mi papá que hacían muy buenos productos. Sobre todo porque hacían panificación dulce, que no abundaba. Los turistas que venían a Alta Gracia iban a comprar las palmeritas únicas que hacían mis abuelos”, sigue recordando Gabriel.
Unos años más tarde, la panadería se convirtió en el bar que todos conocimos hasta hace unos cuantos años. El que recién describíamos, añejo, clásico, pero que de vez en cuando se tomaba una licencia para la modernidad. Como cuando instaló un par de flippers, o cuando Hugo compró un gran televisor color para pasar los partidos del Mundial.
“Había clientes de todos los días, del café para armar la jornada. El Poso Monqaut, por ejemplo. O los que hacían su vermucito, o su cerveza. O los que salían del súper y entraban a tomar algo antes de ir a la casa”. El Bar Carrasco fue el último comercio que resistió antes de convertirse en supermercado. Sería injusto no acordarnos de él a la hora de repasar las historias de la ciudad.
Un comercio que escribió su historia con tinta indeleble.
La nota bien podríamos titularla: Milonga del quinielista.
Sin dudas, una de las más exquisitas tradiciones gastronómicas de Alta Gracia.
Alta Gracia tuvo industrias cuyos productos recorrieron el país y el mundo. Injusto sería no mencionar la fábrica de muñecas que perteneció a la familia Dufrechou.
Dos fábricas, dos marcas registradas de Alta Gracia que aún perduran en la memoria de la ciudad.
Alberto de las Mercedes Cortes fue sin duda, uno de los mejores boxeadores que dio Alta Gracia.
“Pedro Bútori era italiano, bien gringo, trabajador y progresista, de esos que venían a hacer patria”, escribió Mané Carignani
Un comercio que escribió su historia con tinta indeleble.
Hoy, los Bomberos Voluntarios de Alta Gracia cumplen 65 años. Todos conocemos de su presente. Conozcamos algo de sus orígenes.
Toda historia tiene un final, y en este caso, fue feliz....