Cuando el rock se adueñó de los escenarios. Los Encuentros de Músicos Contemporáneos marcaron a fuego el inicio de la década del ochenta en Alta Gracia.
BALLET CHAMPAQUÍ: CUANDO BAILAR ES SOÑAR CON LOS PIES
Fueron embajadores artísticos de Alta Gracia en los más importantes festivales del país, y hasta representaron a Argentina en el exterior.
Cosas Nuestras27 de julio de 2020juan carlosFueron embajadores artísticos de Alta Gracia en los más importantes festivales del país, y hasta representaron a Argentina en el exterior. Marcaron un antes y un después en la danza. COSAS NUESTRAS le rinde a la Champaquí y a todos sus integrantes un merecido y postergado homenaje.
A partir de la musa creadora de un fuera de serie como Raúl Godoy, con su sapiencia, su conocimiento adquirido y su maestría, fueron cientos los que pasaron por sus cuerpos de baile a lo largo de los años años. Así, la Academia Champaquí se convirtió en emblema artístico de la ciudad, una marca registrada que identificaba a Alta Gracia en las distintas peñas y festivales.
Del comedor de la casa de la familia Godoy, con la imprescindible presencia de Doña Sara hasta el escenario mayor de la música nacional en la Plaza Próspero Molina de Cosquín; de bailar “por el choripán y la coca” hasta ser requeridos por los más importantes encuentros folclóricos argentinos; escuela de danzas que además forjó buenas personas y fomentó el espíritu de grupo sin perder de vista que el arte irá siempre de la mano de la sociedad que pretende reflejar.
Fue casi una década y media que la Champaquí nos deleitó bailando, y haciéndonos sentir orgullosos cuando se los nombraba.
Si, definitivamente, estas chicas y estos muchachos nos enseñaron que tranquilamente se puede soñar con los pies. Y que además, es hermoso.
Bailando en la cocina
“La historia empezó en la cocina de la casa de los Godoy. Ahí su mamá Doña Sara, su papá y el mismo Raúl me aguantaban todos los días cuando era chica. Raúl bailaba en el Ballet de la Hermandad en Unión Eléctrica y nos llevaba a mi prima Gladys y a mí. Fue cuando le pedimos que nos enseñara. Podemos decir que ahí nació el ballet. Lo primero que bailamos fue El Palito, que es una danza de tres, y así arrancamos. Bailábamos en las peñas, en los clubes. La presentación más importante la tuvimos en el Colegio de la Misericordia. Al poco tiempo se fue incorporando más gente. Muchos eran parientes nuestros o de Raúl al principio”, cuenta Graciela Tocci, portadora de un apellido registrado en la historia del Champaquí.
“Doña Sara corría la mesa y ahí bailábamos. Luego, cuando fuimos más, Raúl hizo techar una galería, siempre en su casa”, agrega.
Comienzan a aparecer los primeros nombres de bailarines; iMiguel Di Rossolini, Cachi Hernández con Nora, los hermanos Tocci, Mario Siandro y su hermana. Luis Stivala que terminó bailando con El Chúcaro en el Ballet Argentino...
“La primera vez que nos dijeron que íbamos a viajar teníamos una emoción enorme. Fue a Buenos Aires, bailamos en Teleonce en un programa de folclore, en 1979. Hicimos dos o tres cuadros”, cuenta Graciela.
Pasaje a Cosquín
El capítulo Cosquín fue fundamental en la historia de la Champaquí. “Había que ganar la subsede Córdoba en el Teatro Griego primero, y luego competir en Cosquín ante los ballets de todas las provincias. Fue en el 79 y terminamos representando a Córdoba en la final. Ya en enero de 1980 nos consagramos Ganadores del Pre Cosquín. Así fue. Eran las seis de la mañana cuando nos anunciaron que habíamos ganado”.
Pero esta etapa fue de varios años: “En Cosquín estuvimos hasta 1986 u 87. Los primeros años era una presentación tipo 4 o 5 de la mañana. Bailábamos para las sillas, pero no nos importaba. Con el tiempo, bailamos con el Ballet Brandsen, hicimos copetes con Peteco Carabajal y con los Cantores del Alba. Durante unos años pagamos derecho de piso hasta que nos convocaron para hacer la apertura y el himno a Cosquín, ahí si solos. Bailamos muchos años, eran delegaciones de por lo menos 20 parejas. Ibamos y veníamos en el colectivo de Martínez todas las noches".
El necesario apoyo
Pasaron muchas comisiones que trabajaron de manera incansable. En las primeras estaban los Moreschini, los Stivala, los Molina, Isolina Cardona y su marido, Luis y Oscar Tocci, los Arana, Meco y Amanda Cuello, Edith Torres, por nombrar a algunos. Luego entraron Meco Ponce y Anita entre otros. “Isolina hacía pizzas caseras, salíamos del ballet e íbamos derecho a comer”, cuenta Graciela.
Nada era improvisado en el Champaquí, mucho menos los trajes. “Raúl compraba las telas, y si no las elegía él, tenía que verlas antes. Cada uno se hacía la ropa, pero la mayoría las trabajaba la Comisión para comprar y hacer los trajes. Pero todo era diseñado por Raúl. Nada estaba librado al azar. Y así era como las cosas salían muy bien".
Aquellas recordadas estampas
Fueron un sello distintivo de la Champaquí sus estampas. Arte, cultura, historia, todo se fundía en un escenario.
“Las estampas, más allá del baile en sí, contenían historias muy bien contadas. Hicimos una del Viejo Vizcacha y representábamos con danzas lo que él contaba. Se hizo todo con los más mínimos detalles, todo muy bien armado. También hicimos “Los Hacedores de la Patria” que la presentamos en Cosquín y también en Colectividades. Tenía música de la Camerata Bariloche, Víctor Heredia con su “Todavía Cantamos”, todo cuidado y buscando lo que era justo para la estampa".
Capítulo aparte para la “La Techa” una estampa autobiográfica de Raúl Godoy contando su vida en el campo junto a sus padres. “El año que fuimos a Cosquín que presentamos dos estampas, una se llamaba “La Techa” la historia de Raúl en las sierras. Trataba todo sobre techar el rancho. Ese año, en pleno ensayo falleció el papá de Raúl. Fue algo tremendo. Cuando lo presentamos fue muy emotivo para todos. La estampa salió realmente hermosa a puro corazón”, recuerda Graciela.
Desandando caminos
El Ballet Champaquí conoció escenarios de todas partes. Se presentó en Salta, Mendoza, Capital Federal, Tandil amén de muchísimos lugares de la provincia. Además, el Ballet Champaquí representó a Argentina en Venezuela y en Cuba. “Estuvimos en muchísimos lados, pero sin dudas que estar en Cosquín fue y será lo máximo para nosotros”.
Historias acá y allá
En esta parte de la charla se suma Blanca Torres (Tota, para todos) y comienzan a desgranarse varias anécdotas de aquellos años.
“Bailamos en todo tipo de lugares. Lo más grande fue en Cosquín, ni hablar. De ahí para abajo, de todo. Escuelas, peñas, gastando en nafta para ir y volvernos sin haber ni comido a veces. Por ahí íbamos a bailar y no había locutores y uno de mis tíos nos presentaba por nuestros nombres. Encima éramos casi todos Tocci por ese entonces”, dice Graciela.
“Una de las primeras veces que ganamos el Pre Cosquín, nos dieron para parar una casa medio abandonada donde podíamos poner algunas cuchetas y si no, carpas en el patio. Y ahí estuvimos, contentos y felices. Nos lavábamos la cabeza en fuentones, pero fuera por bailar”, acota Tota Torres.
Otra anécdota puede contarse ahora, porque ya pasó mucho tiempo: “Cuando ganamos el primer Pre Cosquín, muchos éramos menores y para subir al escenario teníamos que tener por lo menos 18 años. Entonces tuvimos que pedir documentos a vecinos que eran más o menos parecidos a nosotros, para cubrir el formalismo de las planillas. Ni locos nos quedábamos fuera de Cosquín”, cuentan y se ríen Graciela y Blanca.
Generador de bailarines
Sin dudas que la Academia Champaquí y su ballet han sido formadores de grandes bailarines. Muchas de las academias o de los actuales grupos de baile de nuestra ciudad son dirigidos por gente que se formó en la Champaquí. Es el momento de seguir desgranando nombres de algunos de los que pasaron por allí: Gaby Quinteros, Gustavo y Ferni Cuello, Coqui Altamirano, Macarrone, las chicas Koszo, Lorena Ayetti. Se sumó gente de otros lugares como Glenda Monchietti, Marcel Manzano, Moni Márquez. Itatí Pereyra, Gabriel Moreschini, Anabella Loschiavo... y siguen los nombres...
La Champaquí como tal estuvo hasta 1990. Luego, por cuestiones que no interesa analizar, se disolvió aunque muchos de sus viejos integrantes siguen bailando y disfrutando cada vez que suena la música. Cada vez que se los recuerda, uno siente que subían a un escenario a disfrutar de lo que amaban hacer, con el corazón en los pies, y un sueño en cada estampa.
Raúl Godoy: el gran maestro que enseñó a bailar con el corazón
Foto: gentileza de Soledad Simonián
Raúl Godoy nunca fue una persona de andar improvisando. No lo es en la vida, y mucho menos en su pasión que es el baile. De ello dan fe todos aquellos que han transitado por la Academia Champaquí.
Dueño de una humildad inigualable y dotes docentes muy particulares, siempre fue generoso con sus conocimientos. Supo ser recto, pero a la vez querido y respetado. Una persona de convicciones que siempre eligió qué hacer, y lo hizo a la perfección sin dejar detalle alguno librado al azar.
Es un estudioso que no solo leyó, sino que aprendió en las vivencias mismas todo lo relativo al folclore y a la cultura. El año pasado, la Televisión Pública le otorgó el Premio Chúcaro por su labor y dedicación a la danza.
No podría concebirse la Champaquí sin su enorme figura como mentora de toda su rica historia.
Una foto dispara recuerdos y nadie los puede parar. Es así, uno publica una fotografía y enseguida la memoria se activa.
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