MAXICORSOS: UNA LEYENDA QUE NACIÓ HACE 50 AÑOS

Este año se cumplen 50 años de la primera edición de los míticos Maxicorsos de Alta Gracia.

Cosas Nuestras07 de marzo de 2021juan carlosjuan carlos
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Este año se cumplen 50 años de la primera edición de los míticos Maxicorsos de Alta Gracia. Un festejo inolvidable que quedó en la memoria de todos y que fue fruto del trabajo de muchos.

A cinco décadas de aquella primera edición, charlamos con José Schaffer, uno de los artífices de aquellos festejos de carnaval tan recordados. ¿Cómo nació la idea? ¿Quiénes la llevaron adelante? ¿Por qué marcaron un hito en la historia festivalera de Alta Gracia?
Preguntas que irán encontrando sus respuestas a medida que avances la nota, y que nos darán real medida de cuáles son los motivos por los que aún hoy, la gente de la ciudad extraña a esta fiesta que fue multitudinaria y que recibió público de todos los puntos de la provincia durante muchos años.

De aquella primera edición se cumplen este 2021 nada menos que 50 años, y en Cosas Nuestras no podíamos menos que recordarla y volverla a la memoria de todos.

Hablamos con el querido José, pero en su nombre, la idea fue conversar con todos aquellos hombres y mujeres de Alta Gracia que sin preguntar si había dinero para ellos, y sin importarles su provecho personal, le pusieron el hombro a ésta como a muchas otras fiestas de la ciudad. Gestores, pioneros, líricos y soñadores que terminaron escribiendo una buena parte del devenir del Siglo XX altagraciense.
Junto a Jose, nombrar a –por ejemplo- Tito Avila, Jorge Bogdan, Mario Borio, José Ferrari, Angel Díaz, Marisa Puig, Hugo Elena… y nos quedamos cortos con los nombres, sabiendo que estamos en deuda con unos cuantos...

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Una hermosa tradición

El carnaval en Alta Gracia tuvo una tradición que atravesó todo el Siglo XX. Desde aquellas fiestas en “el Bajo” que ocupaban la actual Plaza Mitre, pasando por los inolvidables bailes del Sierras Hotel o las principales avenidas de la ciudad.

A lo largo de los años, las mascaritas, los pomos de agua perfumada, las flores fueron trocando en papel picado, bombitas de agua y nieve loca. Las carrozas, las murgas y las comparsas se convirtieron en la atracción de todos y los escenarios acapararon la atención de multitudes cada noche.
Tiempos en que elegir a la reina del Carnaval era premiar a la más bellas, sin que se entrevieran connotaciones
machistas en la reivindicación de la belleza femenina.

Pero los tiempos han cambiado. Las tradiciones se fueron perdiendo y el carnaval no fue la excepción, al menos por estos lados. Por eso, recordar aquellos famosos Maxicorsos de los años setenta es rendirle un homenaje a todos los que los hicieron posible. Desde la organización o desde la simple participación cada noche, cada año, en cada calle del centro vestida de fiesta.

Contá, José, contá

Pero vayamos al diálogo con el inefable José Schaffer acerca de aquellos inicios de los Maxicorsos. Surgió la idea siendo Emilio Rugani quien estaba a cargo de la Intendencia. “Quiero hacer un carnaval bien grande”, dijo. Hasta aquel momento se hacían los Carnavales Serranos, que eran buenos, pero ahora quería hacer algo superador. Aquellos eran lindos, con palcos en el medio de la calle y con la gente circulando por ambos lados. Generalmente se hacían en la Belgrano hasta las vías.

Pero Rugani quería algo que hiciera ruido. “Al primero que llamó fue a Jorge Bogdan, que era un referente del empresariado local, por entonces presidente de la Satag. Como él no sabía mucho de organizar estas cosas, nos llamó a unos cuantos para que colaboráramos. Entre ellos a mí, a Tito Avila, Mario Borio y varios más. Así fue que pusimos manos a la obra”, inicia contando José Schaffer. 

La historia de la elección del nombre casi que cayó de madura. Por aquellos años, la minifalda le estaba dejando lugar a otra prenda que haría historia en la moda del mundo: la maxifalda. Así que por esos años, todo era “maxi”: maxi kiosco, maxi pollo… el corso no podía llevar otro nombre que el de “Maxicorso” por supuesto.

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La promoción

Hubo que trabajar varios aspectos para difundir lo que serían los Maxicorsos 71. Uno de ellos fue la difusión de la fiesta. Había que invertir buen dinero, y debía reflejarse en la concurrencia. “Hicimos imprimir miles stickers que pegábamos en las lunetas de los autos, de los ómnibus, de los camiones, de todos los vehículos que pasaban por la ciudad, haciendo propaganda de los Maxicorsos 71. Mucho tiempo después, circulando por las rutas del país, me crucé con autos o camiones que todavía tenían pegada la calcomanía”.

Pero en esto de la difusión hubo una anécdota que se lleva todos los premios. Resulta que la Comisión
Organizadora había contratado una avioneta del Aero Club para repartir volantes mariposa desde el aire en Alta Gracia y en la zona. “Encargamos, exagerados como éramos, un millón de volantes. No sé qué pasó que la imprenta se equivocó y nos mandó otra tanda, o sea terminaron siendo dos millones de volantes mariposas. Obvio que los agarramos. Nos subimos a un par de autos y fuimos a tirarlos por ahí. Nos fuimos a Carlos Paz. Al otro día, Irónicamente, el intendente de Carlos Paz lo llamó al de Alta Gracia pidiéndole la barredora para limpiar la ciudad de los volantes que tiramos allá”, recuerda en risas José.

Por supuesto, también se le dio mucha “manija” en las radios de Córdoba. La televisión hacía poco había empezado, pero también tuvo su participación importante en la fiesta carnestolenda. También por la tele “Tito Avila era escenógrafo de Canal 12 y fue un buen contacto con ellos. A la gente de Canal 12 los convencimos de hacer un trato. Les dejamos producir las imágenes para el noticiero y el cine, y que pusieran algunos de sus locutores, a cambio que nos armaran las torres de iluminación y sonido para los corsos. El trato en realidad fue con el Club de Empleados de Canal 12.

En el escenario, conducían algunos de los locutores que puso Canal 12. Clidy Suárez o Bety Román, un tal Rojo y
había una chica muy simpática y nueva en el medio, Mónica Moris. Ismael Toledo y Fabián Blázquez también se rotaron en la locución. En la producción televisiva y cinematográfica estuvo Julio Serballi (Cine Press). O sea, fue un contacto muy bien aprovechado y un negocio que nos convino a todos. No me quiero olvidar que también hubo locutores locales como Teresita Molina y Rodolfo Pesione”.

Fue este año que apareció un personaje del humor muy particular. Que lo cuente José: “De animador, apareció Humberto Gambino (“El cara é goma”) que salía entre pauta y pauta. Era de Córdoba y tuvo sus años de fama. Hacía siempre lo mismo, pero te hacía reír siempre. Un día le dije que cambiara el repertorio y me dijo muy serio: cuando la cosa anda bien, no cambiés ni el mostrador”.

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Un escenario monumental

El escenario de los Maxicorsos era mucho más que un palco. Era de dimensiones importantes, que atravesaba toda la calle Belgrano, ya convertida en Sáenz Peña (hoy Padre Viera). Desde varios días antes, y mientras duró la fiesta el tránsito estuvo cortado, lo que derivó en la bronca y el reclamo de varios comerciantes. (Nota de la redacción: en Alta Gracia siempre nos las rebuscamos para encontrarle un problemita a cada cosa, no?)

“Igual, con la fiesta en marcha, los comerciantes se terminaron viendo beneficiados por la cantidad de público que circuló por la zona. Las confiterías sacaban las mesas hasta la calle y estaban siempre completas”, acotó José. Los corsos se hicieron desde el viernes 19, sábado, domingo, lunes y hasta el martes 23. Se cortaron unos días y volvieron el sábado 27 y domingo 28. Fueron muchos días y con mucha fiesta allá por el mes de febrero de 1971.

Un carnaval, un espectáculo

En aquella primera edición pasaron cosas de todo tipo. Muchas de ellas, basadas en el ingenio. Por ejemplo se contrató a una persona productora de espectáculos que tenían un muy buen elenco de artistas, para engalanar el escenario. Un representante de artistas que resultó también un muy buen tipo. “Pero sobre todo le dimos
importancia al carnaval en sí. Todos los barrios tenían comparsas, las escuelas pusieron carrozas y obviamente había muchos premios. Todos eran canjes, por supuesto. Obviamente, hubo elección de reina del Carnaval”. En el escenario, los artistas locales nos dieron una mano grande. Entre ellos, las bandas de rock. Los Lucky´s, Los Sombras Rojas y Liberty, que integraba Jorge Michalópulos. Esos fueron y tocaron todos, y de buena onda.

De afuera, estuvieron Los Indios Tacunau, que quedaron fascinados con el sonido que instalado Propalación Plaza de Don Angel Díaz, que había puesto toda la carne en la parrilla aquellos carnavales. También Los del Suquía, por nombrar a algunos. En el humor, estuvieron presentes Los Bombos Tehuelches, y obviamente Los Carditos. Pero hubo un grupo musical que convocó multitudes porque por aquellos años era sensación en el país y en el extranjero: Los Bárbaros.

“Eran tres hermanos italianos que conformaban un grupo de primera línea en ese entonces. Era un lujo poder tenerlos en los corsos. Además, firmamos un contrato donde se establecía que 15 días antes y 15 días después no podían actuar a menos de 150 km de Alta Gracia”. Pero el recuerdo de Los Bárbaros va más allá del escenario: “Con ellos fue muy particular el trato, ya que llegaron a Alta Gracia un par de días antes y se hicieron amigotes de la comisión. Los invitamos para todos lados y quedaron fascinados. José Ferrari los invitaba a comer en Casablanca, a probar los chivitos. Iban a nuestras casas, unos fenómenos los muchachos”.

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Y aquí surge una nueva anécdota, con final feliz en toda esta historia de la primera edición de los Maxicorsos de
Alta Gracia. “Los Bárbaros actuaron al cierre, el último domingo. Tan contentos estaban que dijeron “el lunes hacemos una actuación sin cobrar, y con entrada gratis para todos, acá en el corso”. Pero claro, el escenario fue desarmado a las 7 de la mañana de ese lunes, así que “el recital tuvo que trasladarse al Cine Monumental, que estuvo que reventaba de gente, fue impresionante”. 

La historia de las comparsas

Si algo define a un corso, son las comparsas que desfilan. En este caso, la edición 1971 tuvo comparsas locales y la participación de la agrupación Paranaíba, de Santa Fe. “Eran como 80 personas que las trajimos desde Córdoba en los Satag y acá las alojamos en casas de familia”. Pero iba a haber una hermosa sorpresa para todos… por aquellos días, la Municipalidad de Córdoba organizaba también sus corsos. Y como número estrella, habían traído, desde Bolivia, a la Diablada de Oruro. “Nosotros decidimos que queríamos tener a la Diablada en nuestro carnaval, por eso le metimos presión al empresario. Finalmente los consiguió, pero había que cerrar contrato con el intendente, con Rugani. Eran muchísimos, más de 150 integrantes que bailaban arriba y abajo del escenario. Ya estaba el carnaval en marcha y le agregamos la Diablada. “Esto yo no lo firmo, es demasiado”, dijo el intendente. Lo firmo solamente si en una hora, en el contrato figuran nombre, apellido y documento de
cada uno de los integrantes”, dijo Rugani para sacarse el problema de encima. El empresario artístico lo miró y
le respondió: “escúcheme Intendente, la opinión suya vale mucho, pero yo a los muchachos de esta comisión
les creo todo. El domingo está la Diablada acá, no me hace falta contrato”. Y lo rompió delante de todos. Así
trajimos la Diablada de Oruro. Los transportábamos en Satag y hubo que darles de comer, además del costo.
Pero los trajimos y fueron sensación”.

¿Y los números?

Lo dice José Schaffer: “El intendente nos dijo: “métanle”, y nosotros le dimos con todo. En cuanto a los números, salimos hechos, lo que fue todo un éxito teniendo en cuenta que hubo buenos espectáculos y mucha inversión. Por ello se siguió apostando a estos corsos, por suerte, por un buen tiempo más”.

Si bien aquella comisión dejó de trabajar como tal, muchos de sus integrantes siguieron trabajando en las sucesivas ediciones. En cuanto a la protesta de los comerciantes, el lunes siguiente a la última noche, a las 7 de la mañana, como ya se dijo, el escenario estuvo desmontado y el tránsito habilitado. Económicamente, fue muy
beneficioso para el sector gastronómico, turístico y hotelero de la ciudad. “Se rebalsó la capacidad hotelera, que no era tanta, pero quedó chica. Mucha gente que no tenía lugar, para no llegar tarde al corso, se quedaba a dormir en el auto, a la orilla del arroyo. Vino gente de todos lados, muchísima gente”, acota José.

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Así, durante varios días, el centro de la ciudad se vistió de fiesta. En toda la Belgrano e incluso más allá también, por Av. Libertador, la gente subía y bajaba al compás de las comparsas y las murgas. Era un ir y venir de disfrazados, mucha fiesta por todos lados. Todo ello producto de la idea de un intendente que pensó en
una fiesta grande, y de un grupo de vecinos que pusieron el alma en la organización, siempre pensando en el beneficio para la ciudad. Para cerrar este recuerdo de los 50 años del primer Maxicorso, valga la anécdota
que cuenta José Schaffer: “Para el martes, que suele ser el día más flojo habíamos previsto la actuación del ballet del “Chúcaro” y Norma Viola. Santiago Ayala ya no bailaba, lo dirigía. Pero esa noche hubo tanta empatía con el público, tanto fervor, que se subió al escenario y bailó para la gente de Alta Gracia. Fue otro de los lujos que nos dimos hace ya cincuenta años”. 

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