PONETE UN TANGO, ROBERTITO

Hoy recordamos a ROBERTITO HEREDIA. Mozo, tanguero y personaje si los hubo...

Personajes 05 de junio de 2023 juan carlos juan carlos
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Ante todo, debemos saber que Robertito fue de Alta Gracia, nacido en 1932, hijo de Feliciano Heredia y de Luisa López Estaba ubicado exactamente al medio de siete hermanas mujeres.

Su padre desde muy pequeño fue cochero del Sierras Hotel, luego ayudante de mozo y por último, mozo. De ahí que Robertito “heredó” la profesión.
Al menos una de ellas...

Nació una mañana en barrio Sur. Su mundo terminaba en esas calles de tierra, en las casas de sus amigos, en la gloria de un picadito en la esquina. El centro quedaba lejos “y para mí era como estar en Montecarlo”, había que ir bien vestido, de pantalón largo. Y Roberto rumbeaba para otros sitios, en donde se admitía a la alegría toda rotita, medio emparchada, con olor a peperina.

“Un poco después se pudo hacer la canchita de Sporting, la de básquet. Y cuando estaba cerrado el club nos juntábamos en la esquina con los Moreschi. Me crié con ellos, con Atilio Cano, los Velázquez, el Langosta Moyano, el Gallego Fernández”.

Empezó la escuela primaria en el Colegio “la Torre, allá en barrio Sur.

”Me acuerdo cuando iba a la escuela, esperaba que mi viejo pasara como a las 3 de la tarde porque me traía masitas del Sierras Hotel”.

Antes de terminar la primaria, ya trabajaba de mensajero en el Sierras Hotel. Hacía de todo, pero sobre todo, atendía el conmutador, un aparato inmenso.

“El gerente nos mandaba, a determinada hora de la siesta, a controlar que no hubiera gente ajena al Sierras en la pileta. Le pedíamos a los bañistas el carnet. Había una barra de chicos de acá, que calculaban cuando nosotros estábamos en la portería y se bañaban sin permiso. Era de todos los días y los tenía que correr, entre ellos estaba el Flaco Salduna, que después fue mi jefe en el Correo”.

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Su juventud

“En casa decíamos que me iba al cine en verdad íbamos con mis amigos a bailar. Usaba los pantalones lagros del trabajo para poder entrar. La primera vez que bailé fue en el Club X”.

A Robertito siempre le gustó mucho la noche, ir a bailar.

“En los bailes de Sportivo conocí a Mariano Mores, Alberto Castillo, a Rodolfo Biaggi, a Juan Darienzo. A Rodolfo Biaggi le lustré los zapatos. Me los llevó al hotel Franco Peleteiro”.

Nacía así su pasión por el tango.
De su primera novia nunca quiso hablar. Pero si de su otro amor: la locución, la radio.

“Empecé en publicidad Eco de D´allesandro. Hacíamos propaganda política, anuncios comerciales y nos ocupábamos de los bailes, los compromisos, los casamientos. Estaban entre otros muchachos D´Ambra, Olmos, Pessione, que daba gusto escucharlos”.

A los 17 años entró a trabajar al Correo, donde estuvo por diez años, hasta que un día la vida lo golpeó muy fuerte.

“Una racha de mala suerte, uno de esos cachetazos que te da la vida, un momento muy triste”, contó alguna vez, sin entrar en detalles.

Y fue difícil salir de esa, remontar , levantar cabeza y mirar a los demás.
Pero salió, y consiguió un nuevo trabajo en la mítica confitería “La Sombrilla".

“El dueño era Ferrari y el lugar impactó desde su inauguración. Venía gente de Carlos Paz, de Córdoba, de todas partes. Fue la primera vez que hice de mozo, pero para mí no era novedad, todos los Heredia hemos sido gastronómicos”.

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El San Remo

“Un día un mozo del San Remo consiguió un puesto en el Casino y propuso que lo reemplazara. Acepté y trabajé ahí 24 años de mi vida”.

Así, Alta Gracia conoció definitivamente a ese mozo peticito, serio en apariencia, que era capaz de hacer las más grandes payasadas para divertirse y divertir a sus ocasionales amigos. Imperturbable a la hora cuando se cocinaban los más tremendos rumores, Robertito era el primero en escucharlos y en callarlos. Sigilosa su bandeja ahondaba en romances, peleas, soledades, chalras de fútbol, mujeres, amores, política y bromas.
Conocía la fauna del lugar. Sabía quién se iba a enojar. Sabía quien ganaría las elecciones, sabía mucho mehor que la Dirección de Turismo cómo iba la temporada.

El Roberto de San Remo fue una persona que estaba de vuelta de muchas cosas, que solo pensaba en laburar para mantener a su familia, y seguir siempre adelante.

Dividió los habitués de la confitería entre los que les caía simpáticos y los que no lo soportaban cuando estaba de humor cansado.

Si San Remo y Stuttgart han sido las instituciones más representativas de los setenta y ochenta, Roberto es el protagonista clave en esta historia.

“Tendría que estar toda la tarde para nombrar a los que conocí diariamente: el Dr. González, Chapiro, Toto López, César Díaz, Lito Celentano, el Gallego Fuentes, Víctor Virga, el Toti Zagaglia, el Gallego Garello, miles... en esa confitería están los recuerdos lindos y los feos.
Hacíamos bromas todo el tiempo. Me acuerdo que poníamos una billetera de cuero en la vereda y le atábamos un hilo muy finito. Cuando había cobro en los bancos, pasaban las viejas y cuando se agachaban se la corríamos con el hilo ¡Qué! las viejas se tiraban de palomita... O si no, agarrar un sombrero, apoyarlo contra la pared para que me sostuvieran el pajarito. Nunca fueron con ánimo de ofender, pero nos divertíamos...”

Sanatas, bombazos de agua en carnaval, hacerles señas a la gente y luego simular que limpiaba los vidrios, mandar mensajes inventados de una mesa a otra, hacerle bromas telefónicas al mozo de la confitería de al lado eran parte del conjunto de disparates que podían ocurrir en esa confitería en donde muchas veces se perdía el tiempo, es cierto, per con toda la intención en muchos casos.

“Un día se acerca Tornatti, el director de una radio y me ofrece hacer un programa de tangos. Meido en broma medio en serio, le dije que si, que cuando quisiera. Quedó en eso, hasta que una mañana me dijo que empezaba el domingo. Dije que sea lo que Dios quiera y arranqué. Me fue bien, dejé de trabajar en San Remo y me dediqué a la radio, donde además recibió mucho el cariño de la gente. El programa tuvo mucho éxito”.

Y así conocimos la historia de Roberto Félix Heredia, uno de los buenos personajes urbanos que tuvimos. Y lo hicimos gracia a la pluma de quienes hace tiempo escribieron su historia para la revista “El Alma que cuenta” de donde extragimos textos para poder regalarles en este material.

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