Daniel Benigno: el hombre de la suerte

La nota bien podríamos titularla: Milonga del quinielista.

Comercios con historia 27 de julio de 2024 juan carlos juan carlos
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Daniel Benigno, y la Agencia Don Nicola son clásicos altagracienses a la hora de las apuestas. Más de medio siglo en el rubro lo convierten en palabra autorizada para  hablar  -y mucho- del tema.

“En la quiniela llevamos desde el año 1971. Empezó mi viejo, que se llamaba Nicolás y le decían Don Nicola (de ahí surgió el nombre de la agencia). Digo el año 71 porque ahí comenzó la actividad oficial. Benigno elige empezar hablando de la ´historia oficial´ del comercio”.

Se reunieron tres socios para poner la agencia, luego se abrieron cada uno por su lado.

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“Mi papá, Chiabrando y el “Potolo” Franco. El negocio estuvo originalmente en la esquina de Paraguay y Belgrano. Cuando se separaron, hicieron tres agencias distintas y mi papá se fue a la esquina de Prudencio Bustos  Belgrano. La misma donde antes estuvo la Herboristería El Trébol, más tarde un laboratorio de fotografía y ahora hay una casa de ropa”.

Eran tiempos en que todo era artesanal a la hora hacer las boletas. “Era a tracción a sangre. Se escribía la boleta a mano, le dabas la copia al cliente (iba con carbónico) y esa boleta tenía que cargarse, siempre a mano, en una planilla que tenías que enviar a Córdoba”.

Pero antes...

Claro, todo esto fue a partir que el Estado oficializó el juego de la quiniela. ¿Y cómo era antes, cuando levantar quiniela era clandestino?

“Había “levantadores” a los que mi viejo les deba comisiones y lo que no bancaba él, lo pasaba a Córdoba, a uno que le decían “el uruguayo”. Lo que era muy grande ya se lo pasaban a otro a Rosario. El levantador llegaba con un papelito donde anotaba todas las apuestas. Tenía un límite horario porque había que hacer el conteo. Había levantadores en los distintos barrios, mi viejo llegó a tener hasta 30. También en las fábricas, donde pasaba uno levantando y luego le pasaba las apuestas a mi papá. Ahí se pagaba o se pagaba. La confianza era la base de todo, y si había algún problema o malentendido, se pagaba igual porque así era la forma de sostener el negocio, cumpliendo”.

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Se sorteaba por Lotería, sobre todo por la Córdoba, la Tucumán o la Salta.

“De esos tiempos, para enmascarar la cosa, surgió la costumbre de nombrar a los números de determinada forma (el 15 la Niña Bonita, el 47 el Muerto, etc.). Incluso muchos levantadores pasaban las jugadas por teléfono. Ibamos a un almacén que tenía teléfono (porque no todos lo tenían) para pasar o recibir las jugadas”.
La cosa no era sencilla. Por esta actividad te metían preso. Era algo clandestino, pero todos jugaban. Hasta la policía era propensa a mirar para otro lado a cambio a algunos “presentes” como motos o una antena para la comisaría, pero eso se cuenta como parte de una leyenda incomprobable…

“Pero a veces te llevaban. Yo mismo fui preso una vez, pero como era menor me soltaron enseguida. Una vez lo agarraron a Don Cristóbal y lo llevaron a la comisaría. Lo desnudaron y no pudieron encontrarle ningún papelito con las anotaciones. Resulta que al papel lo había hecho un rollito diminuto que se había puesto entre los dedos. Nunca se lo encontraron.¡Las veces que se han comido los papeles! Si no hay prueba, no hay delito”.

Juega el Estado

En 1971, el Estado vio que la quiniela era un gran negocio, y decidió oficializarla para no quedarse afuera. Fue cuando se empezaron a abrir las agencias.

“Había una persona que llevaba las planillas a Córdoba, al Banco Social. El primero fue Eduardo Ortíz. Para tener una agencia te pedían tener una garantía fuerte (una casa, por ejemplo). Luego comenzaron a retener un importe fijo a modo de fondo de garantía y más tarde un seguro”.

Al oficializarse, lo clandestino fue perdiendo fuerza. Igual siguieron funcionando un tiempo más.

“Yo quedé al frente de la agencia desde mediados de los años 80, luego que falleciera mi viejo. Estuvimos en varios lugares con la agencia, siempre en la avenida Belgrano. Luego de la esquina, estuvimos tres locales más abajo, donde estaba Okamoto, al lado de Visage. Luego al lado del Hugo Carrasco y de ahí, al frente, a donde hemos estado hasta hoy, al lado de la Granjita Yacanto”.

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La fidelidad de los apostadores no se discute: “Hemos tenido clientes de toda la vida. Todavía sigue yendo gente que se acuerda de mi papá. Las agencias son como las peluquerías, uno siempre va a la misma. Es que el jugador es cabulero”.

Al principio, estaban las tarjetas perforadas, que sacabas los cartoncitos con una pinza de depilar. Seguía siendo artesanal.

“Para enviar a Córdoba las jugadas había una hora tope. En determinado momento teníamos que cerrar la puerta para poder pasar todo a las planillas y salir corriendo a la Ford para que los mellizos Seirutti se subieran a un colectivo y fueran a Córdoba a entregarlas al banco. Hacían el recorrido de la Libertador en moto y se subían al ómnibus en el Crucero. A veces no llegábamos y teníamos que seguirlos en el auto porque se nos iban”.

Los tiempos fueron cambiando: “Hoy está todo computarizado. Aprieto un botón y la jugada ya “viajó”. Pero antes, entre el trabajo manual y la digitalización, estuvieron los diskettes que eran muy frágiles y se rompían de nada y los pen drives. Todo fue evolucionando”.

Una agencia fuerte

“Había agencias “madre” que tenían sub agencias. Nosotros llegamos a tener cuatro. Una en la Dallinger, otra en barrio Liniers, otra en La Bolsa y la otra a la vuelta de Scharu´s. Hemos vendido buenos premios.No millonarios, pero buenos. Durante 3 domingos seguidos, tres personas distintas sacaron el Quini con 5 aciertos. Le pegamos cerquita. Yo mismo le pegué en el palo un par de veces. Una vez vendimos un premio mayor del Telebingo con un Mercedes Benz coupé, más $ 500 mil, que era una torta de plata. Se lo ganó un muchacho que era policía. “Vendí” más autos que Rescala (risas). Porque también vendí un Fiat Uno, un Peugeot 206 y un Volkswagen. También un auto del Toto Bingo. Vendíamos mucho, llegamos a ser los que más vendíamos en toda la provincia”.

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Una amplia oferta

Hoy, hay muchos juegos para apostar. Así y todo, hay “preferidos”. “La lotería billete es un juego en vías de extinción. Salvo el Gordo de Navidad o el de Invierno, el resto del año casi  no se mueve. Es que no seduce al jugador, hay otros juegos que arriesgando menos pueden ganar mucho más. Hoy, más allá de la quiniela, lo que más se juega es el Quini 6. Tiene pozos grandes y eso llama. Hay quienes juegan fuerte a la quiniela porque traen una “fija” o porque le pasan un dato sobre determinado número”.

Tirame un numerito

“Cuando cumplió 28 añós Maradona, la gente jugó al 128 y salió. Pasó lo mismo cuando nombraron al Papa, la gente le jugó en masa al 88 y salió a primera. Hacían cola para cobrar.

¿Hay números que no salen nunca? Son temporadas. Por ejemplo, el 48 ahora viene atrasado pero capaz que luego sale cuatro veces en una semana. Hay números quinieleros que son muy jugados. Por ejemplo, el 13 (la yeta), el 17 (la desgracia), el 18 (la sangre). El 32 y el 48 son los más jugados".

Daniel Benigno, además de histórico agenciero es todo un personaje. De esos que ya forman parte de la escenografía céntrica. Su nombre está relacionado con la suerte. Y por las dudas, vamos tocarlo en el hombro a ver si eso ayuda...

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