
La fecha exacta quedó en el baúl de los recuerdos de una ciudad que suele perder la memoria de vez en cuando, y que necesita de unas ayuditas para recuperarla. ¡Y en eso estamos!
Nota en homenaje al querido "Chochó" Gómez, que hace unos días habría cumplido años. Una comparsa que hizo historia en Alta Gracia.
Cosas NuestrasEl miércolesHace unos días, el querido “Chochó” Gómez hubiera cumplido años. A modo de homenaje, recordamos lo que alguna vez charlamos con él.
Los ochenta en Alta Gracia, estuvieron marcados entre otras cosas por los famosos Maxi Corsos que se hacían en la Avenida Belgrano y tenían su palco junto al Museo Histórico.
Y en estas fiestas hubo artistas de renombre, y los disfrazados abundaban. Entre otras cosas porque los disfrazados no pagaban entrada. Y tal vez allí comenzó la historia de Los Vikingos.
Fue así que hace unos años, reunimos a Chochó y Daniel Gómez, a Soledad Freytes y a José Saracho, los principales hacedores de una comparsa que hizo historia en nuestros carnavales. Con los años han ganado peso, han perdido pelo o tienen canas, pero siguen con la alegría de siempre y las ganas de festejar cada carnaval con alma y vida. Como cuando inventaron a Los Vikingos.
“En nuestra vida normal ya somos cualquier cosa, así que imaginate en los corsos”, arrancaron diciendo.
“Los Vikingos nacen así: yo lo conozco a él (José) por un amigo. Me dice que tiene un amigo que le gusta la joda. Eramos pibes, de 17 años. Charlamos y un día pintó la primera locura. Se estaban por hacer los corsos. Laburábamos, pero no teníamos plata. La idea era ir a los corsos y no pagar entrada. O te colabas o bien entrabas a las 2 de la tarde y esperabas hasta la noche. Nos enteramos que los que iban disfrazados entraban gratis. Pintó una revista D´artagnan y vimos las historietas de vikingos y dijimos ¿por qué no?, sabemos trabajar la madera, éramos albañiles y nos dábamos maña. En cuatro días y de la nada, armamos la comparsa”, cuenta recordando, Chochó Gómez.
Todo era útil para la comparsa. La madre de los Gómez les regaló muchísimas pulseras, colgantes y ropa. Polleras de raso que los muchachos se ocuparon de descoser para confeccionarse el vestuario. Aquel primer año, en los carnavales de 1983, apenas fueron unas veinte personas. Pero la idea fue creciendo, y los participantes, multiplicándose.
“La comparsa era de todos, pero alguien tenía que mandar. Yo puse mi sueldo y todo lo que tenía para armarla. Una vez cobré la semana, entré a Creaciones Heda y compré 35 pares de sandalias. Venía con las bolsas y llegué a mi casa. Mi esposa me retó porque me decía que ella que andaba en pata y yo le compraba sandalias a las minas”, cuenta y ríe Chochó, que no se queda en esa sola anécdota: “Basamos la comparsa en el personaje de Nippur, donde el tipo estaba con el casco, con la espada, el escudo, y tenía como una pollera grande de los luchadores de aquella época, con escamas que parecían monedas. Fue Saracho y se compró en el banco una fortuna en monedas de cien pesos. Todavía andan dando vueltas por ahí, porque ni las usamos… y cuando las quisimos gastar ya no valían nada”.
La charla va de historia en historia, de risa en risa. Imposible seguir un hilo conductor serio cuando el tema es una comparsa y los protagonistas son tipos cincuentones con el alma y la buena onda de pibes de veinte.
La historia oficial indica que la comparsa nació en barrio Residencial El Crucero, en la calle Lincoln Sur 545. La cosa fue creciendo. “La gente iba llegando. Era como un imán enorme. Uno traía a otro, y se iban juntando muchos. Era un lindo grupo, no hubo ni una sola pelea durante diez u once años que tuvimos las comparsas. El primer año fuimos 17, pero llegamos a ser más de cien integrantes”.
Chochó es dueño de otra enorme anécdota: “Un día en calle España había una boutique. Yo volvía de laburar, todo lleno de cal y vi en la vidriera: “corpiños armados $ 1,50”. El sábado laburé medio día y fui. Todo sucio, entré. “Me das de esos corpiños de 1,50… que números tenés? Hay 85, 90, 95… hasta 130, me dijo la chica. De los grandes grandes, dame dos, y de los chicos, hasta el 105 dame unos 15 o 20. La empleada no entendía nada hasta que le expliqué que era para una comparsa. Esos corpiños armados estaban ideales para vestir a las chicas”. A ese grupo inicial de Miguel Gómez, el negro Jacinto, Ramón y Chochó Gómez se le fueron sumando decenas de personas.
Los Vikingos se caracterizó por su coreografía y su maquillaje. Y si no, que cuenten cuando “inventaron” los esclavos que a punta de látigo iban desfilando en el corso: “Fue todo un tema pintar a los muchachos para que fueran esclavos negros. Teníamos una olla, la metí al fuego y le metí grasa de chancho, grasa de vaca, dos potes de betún y cualquier cantidad de corchos. A eso le agregamos un tipo de carbón que se sacaba de los proyectores del cine Monumental. Hacíamos una especie de pasta y con eso los pintamos. Cuando volvíamos, todos nos bañábamos. A las 9 de la mañana del otro día, había un rubiecito que vivía del otro lado de la ruta, que no había forma de lavarlo… Otro año cayeron el negro Godoy (hijo de un boliviano que colocaba cerámica), un porteño y un formoseño cuñado del Pato Ervidia. Los pinté, íbamos bajando por el Petit Colón y hacíamos como que les pegábamos con un látigo. Los negros les pedían el vaso a los que estaban sentados en la vereda de las confiterías y les mangueaban cerveza”.
En Los Vikingos y en las comparsas que siguieron, hubo gente de todas las edades. “No había edad ni había kilos. A las chicas les poníamos pollerita y salían a la calle”. Gordas, flacas, altas, bajas…todas se le animaban a la comparsa. Pasaba por divertirse, esa era la idea. Pero Chochó sigue contando la historia detrás de la historia: “Desde el 83 al 87, tuvimos Los Vikingos. Luego nos dedicamos a boludear, pero siempre disfrazados y bien producidos con lanzallamas profesional. El tipo tomaba alcohol o kerosene. Le abríamos paso como 20 metros y tiraba las tres bocanadas. En el 91 hicimos Los Mercenarios del Futuro con un primo y mis hermanos. También la Sole. Ganamos el primer premio.
En el 92, hicimos Los Dioses del Espacio también con mi primo. Eramos como 35 en el grupo. En el 93, no íbamos a hacer nada. Pero me tentaron de hacer una comparsa. Insistieron y les dije que Los Vikingos murieron, pero me pedían que hciéramos una. Ahí nomás lo hablé a Miguel para que hiciéramos algo. Fue todo muy rápido, el corso estaba encima. Hicimos una de árabes… que era todo trapo, fácil de armar. Hicimos las cimitarras que eran las espadas y los cuchillitos, nada más. El martes preguntan por las chicas. Tenía que haber como mínimo 70 y no las teníamos. Uno cayó al otro día con 10 o 15 chicas prometiendo traer más. El sábado salimos con casi 100 chicas”.
Cuando nacieron Los Vikingos, hubo que inventar toda la indumentaria. No había dinero, pero sí mucha imaginación: “Los trajes, algunos eran de nilon. No teníamos tiempo de hacerlos y muchas veces no había plata. Yo trabajaba en las obras. Había que hacer los cascos. El primero se hizo con un balde para lavar la ropa, a la que le pegamos una ensaladera arriba. Macetas, tazones de aluminio, cuernos comprados en alguna casa de regionales, todo sirvió para darle vida a Los Vikingos".
Sin dudas fueron años dorados de nuestros carnavales, con personajes como éstos, que salían cada noche a divertir y a divertirse. Eran los créditos locales en la “batalla” de comparsas frente a las que llegaban de Córdoba.
Ellos dejaban horas de su vida, trabajaban duro para armar la comparsa, gastaban de sus bolsillos para que todo estuviera bien. Décadas más tarde, su espíritu sigue más vivo que nunca. Se convirtieron en “viejitos piolas” que sueñan que vuelvan los corsos para volver a divertirse.
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