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Norma... y un bar "bien de terminal" (Ultimo bondi a la memoria, 2ª parte)
Norma Sosa es una salteña que de muy joven llegó a trabajar a nuestra ciudad. Fue el símbolo del bar de la vieja terminal.
Cosas Nuestras26 de agosto de 2023juan carlosNorma Sosa es una salteña de de muy joven llegó a trabajar a nuestra ciudad. Fue el símbolo del bar de la vieja terminal.
“Estuve en el bar durante 19 años. Empecé con mi pareja y al poco tiempo se me fue por un infarto y seguí sola. Me iba de casa a las 5 de la mañana y volvía a las dos o tres de la mañana del día siguiente. Hasta que no se iba el último cliente, no se cerraba. Era lindo, pero era sacrificado, no quedaba otra que ponerle el pecho y trabajar”.
En el bar desayunaban todos. “La Francesa me llevaban las cajas y cajas de facturas”.
La terminal era un hervidero de gente cuando la fiesta de la Virgen de La Gruta. “Era una locura. Si tocaba fin de semana, trabajábamos corrido varios días”.
En el bar se servían minutas, hamburguesas, lomitos, pizzas… a veces empanadas. “Los choferes pedían revueltos de huevo y cebollas como para comer rápido y seguir. Ellos eran familia para nosotros”.
En la terminal estaban Fermín, Doña Ada, Julio… “ellos también eran familia de tanto trabajar juntos en el mismo lugar durante muchos años. Tenían de todo en sus kioscos. Además, atendían día y noche, las 24 horas. Fermín y Ada empezaron casi con la terminal, Julio empezó un poco después que yo”.
La terminal tuvo durante un tiempo un puesto policial, además de las boleterías de la Colta, de Chevallier y de la Satag, claro. El edificio llevaba el nombre de Ramón Vázquez, padre del “gordo” Hugo Vázquez. El donó el predio con cargo para su uso como terminal. “Doña Elsa, esposa de Hugo era quien nos cobraba el alquiler todos los meses”.
Clientes ilustres
“Como clientes, de los más recordados estaba el “Mojarra” Quinteros, el golfista. Iba con Armando Rivarola, también del golf. De ahí iban muchos a comer y tomar algo. Recuerdo cuando el Mundial 78.Me acuerdo de los escoceses, que saltaban el alambrado y se instalaban en el bar, con sus polleras. Cargaban y llevaban las botellas de cerveza al hotel. Entre los choferes que más recuerdo están el Neco, José Grandi, Díaz Varas, Fernando, los chicos Ledesma, Luis…”
Los casineros
“Los clientes del casino fueron muy particulares. Muchas veces salían del casino sin dinero ni para pagarse el pasaje de vuelta. Me dejaban el reloj o la campera a cambio de la plata del pasaje y lo venían a recuperar al otro día. El casino fue fundamental en nuestro trabajo. Le dio vida a toda la zona, y nosotros no fuimos la excepción”.
Cuestión de códigos
“Nunca tuve problemas. A una mujer que tiene un bar, los clientes la respetan y la protegen. A veces me quedaba a los campeonatos de pool que empezaban a las 6 de la tarde y terminaban a las 2 de la mañana. Jugaban, pero nadie nunca se atrevió a faltarme el respeto. Si alguna vez hubo discusiones entre clientes, iban a resolverlas afuera, nunca en el bar”.
Hablando de tomar...
"En aquellos tiempos, las bebidas que más se pedía eran la ginebra (sola o con coca), la caña Legui, el whisky andaba muy bien, la Cubana, el cognac Reserva San Juan… obvio que el Gancia y el vino. Había clientes de todo tipo, de todo bolsillo y de todos los gustos”.
Vecinos y amigos
A la hora de recordarlos, Norma dice: “Había vecinos como los Cuevas, los Wendeler, los Casatti Ferro dueños del Hotel Oberá, que eran paraguayos. Lorenzen con su vinería, el Pini con la carnicería. Estaba la zapatería de Don Baldán, un kiosco de revistas de Armando. Todos muy buena gente. Había otros códigos y la palabra valía.
Al frente de la terminal, Cantarini tenía un bar y al lado estaba una casa de quiniela. Además, estaba una hostería”.
Un bar de terminal
El bar tenía en sus paredes fotografías de autos de carrera. En pista, en rally… Eso era muestra del paso por el bar de Aquiles Olobardi, otra buena persona que también tiene que ver con esta historia. Además, había un honguito, un pool y un metegol. “¡Cómo se trabajaba!”.
Fin de historia
“En el 98, cuando la municipalidad cerró la terminal, nos echaron a todos. Los que más sufrieron fueron Fermín y Ada, que no tenían donde ir. En mi caso, había construido mi casa y empecé de nuevo mi vida. Nunca nos quisieron en la nueva terminal. Tratamos de poder tener locales allá, pero nos cerraron todas las puertas entre la Satag y la municipalidad. Quedamos afuera del nuevo edificio sin ninguna explicación”.
Fermín y Doña Ada, un kiosco, una vida
¿Quién que tenga algo de memoria en la ciudad no recuerda a Fermín y a Doña Ada? Tenían el primer kiosco, entrando a la terminal por Sarmiento. Pastelitos, golosinas, gaseosas, y una atención las 24 horas, los siete días de la semana todo el año. Fermín con su paso cansino, Ada con su figura siempre sentda detrás de la mercadería. Y un Kaiser Carabela que según dicen alguna vez le hicieron chapa y pintura, y maravilló a muchos. Ellos se fueron con la vieja terminal rumbo a los archivos de la memoria popular. Por eso quisimos rescatarlos.
La terminal vieja tal vez no era linda, pero tenía su encanto y su magia. Y la ciudad ha pasado por aquel lugar. Tenía el kiosco de Fermín, el de Julio y el bar de Norma. Lo demás era mampostería y colectivos entrando y saliendo.
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