LA CUEVITA DE CUEVAS, UNA LEYENDA QUE SIGUE VIVA

La Cuevita de Cuevas fue, y es, un lugar tradicional. Uno de esos sitios donde uno elige la mesa y comienza a sentir el calor familiar de quienes lo atienden.

Comercios con historia 08 de agosto de 2020 juan carlos juan carlos
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La Cuevita de Cuevas fue, y es, un lugar tradicional. Uno de esos sitios donde uno elige la mesa y comienza a sentir el calor familiar de quienes lo atienden. Pero además, es un retazo enorme de historia de nuestra ciudad. Por sus mesas pasaron miles de personas de todas las nacionalidades, profesiones y condición social.

Adentrarnos en su historia es meternos de lleno en el corazón (y en el estómago) de Alta Gracia…

 Cuentan los que saben que el “Gordo” Paul Diógenes Cuevas, que había heredado sus nombres de los santorales que aparecían en los almanaques, arribó a Alta Gracia en los años sesenta, luego de pertenecer a varios e importantes emprendimientos gastronómicos en Buenos Aires y en Córdoba, tras alejarse su Vera natal, allá en Santa Fe.

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En Capital Federal había tenido San Bernardo, una cantina típicamente porteña donde se hacía presente la noche de Buenos Aires  y una pléyade interminable de artistas, dada su fama y su proximidad con varios teatros.

En Córdoba, fue parte nada menos que de la confitería Sorocabana, entre otros grandes emprendimientos. Y en muchos de esos  negocios, estuvieron con el bueno de Paul un par de amigos y socios: Diego Rodríguez y el “Gordo” Manuel Lozano Pernas. Juntos los tres abrieron en nuestra ciudad nada menos que la tradicional y famosísima confitería Rose Marie, que luego fuera del Gordo Vázquez y que sin dudas merecerá un capítulo aparte algún día en estas columnas.

Pero retomemos la historia. Paul Cuevas vende su parte del Rose Marie y decide, junto a su esposa Gladis Aguirre, comprarle el fondo de negocio a José Vigilione, que tenía una pizzería en la esquina de Sarmiento y Vélez Sarsfield. 

Comenzaría la historia, nacería la leyenda.

 Horario completo

Nadie mejor que la propia   para contar lo que fueron aquellos primeros tiempos de La Cuevita de Cuevas: “La Cuevita abrió el 2 mayo de 1969. En el inicio, éramos pizzería, porque era lo que tenía Viglione, pero al poco tiempo ya funcionamos como parrilla. El nombre se lo puso Marcelo, que por entonces tenía cuatro o cinco años, y ya quedó.  En esa época éramos Paul, yo y algún mozo, pero nadie más. Siempre nos las arreglamos nosotros, y eso que trabajábamos todo el día”.

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Es que La Cuevita no sólo funcionaba de noche. También al medio día e incluso se servían desayunos. Era cita obligada para los transeúntes del Alto y parada incorporada para los trabajadores y los clientes del Casino, que funcionaba en el Sierras Hotel. “Por acá pasaron todos. En estas mesas atendimos a funcionarios, jueces, médicos, empleados, deportistas, artistas, cantantes, barras de amigos y familias enteras. Había días en los que pasaba de largo trabajando desde la mañana hasta que cerrábamos… y al ratito a volver a abrir para los desayunos”, cuenta Gladis.

Pasaron todos

El decorado de La Cuevita no brillaba por su variedad. Un gran mostrador, el  afiche de una moto, y poco más. El secreto de su éxito estuvo marcado por la calidez con que Paul y Gladis atendieron siempre a sus clientes (amigos). Por eso, no era de extrañarse el estar sentado y en otra mesa ver a un famoso cenando. Por La Cuevita de Cuevas pasaron entre otros, José Basso (paraba en el Hotel Casino, donde hoy está el Hostal Hispania), Lito Nebbia, Los Tucu Tucu, Los Cantores del Alba, Ismael Echeverría, Los Visconti, pero también deportistas como el Loco Rubén Luis Di Palma, Oreste Berta y tantos otros. “Cuando venían artistas, más de una vez luego de comer agarraban la guitarra y se ponían a cantar. Por ahí cerrábamos la puerta y seguíamos todos hasta que se cansaran de cantar”, cuenta Gladis, quien también recuerda el paso de gente no tan famosa, pero que formó parte del mapa humano de la ciudad en los años setenta y ochenta como el Dr. González, Danilo Bonamici o el inefable “Gordo Luchi”.

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Pero en el capítulo “famosos”, renglón aparte para lo que fue el Mundial 78. Lo cuenta Gladis: “las selecciones paraban en el Sierras, pero tenían libertad para salir a caminar por la ciudad. Acá vinieron a comer y a tomar unas copas jugadores de México, alemanes, de Túnez, los escoceses, que daban vueltas entre La Cuevita y el bar Bigotes, que estaba al lado de la terminal…Cómo tomaban!!!" 

Así era Paul Cuevas

Quienes lo conocieron, supieron de su bondad. Era un gordo bueno. Bohemio como el que más, un tipo amigo de sus amigos y por ahí hasta “demasiado” amigo. “La gustaba la joda, le gustaba el casino, por ahí no volvía todos los días, pero era un buen hombre, un buen marido y un buen padre”, recuerda Gladis. 

Paul fue un hombre que conoció como nadie la noche, que supo interpretarla y que a través de su trabajo marcó un mojón ineludible en la historia de Alta Gracia con La Cuevita. Falleció joven, en marzo de 1979, con apenas 37 años y seguramente mucho más para dar, pero seguro que lo vivido, bien vivido estuvo.

 Los sucesores

Tanta historia, tanto nombre, tantas anécdotas no podían terminar con la partida de Paul. Así, Gladis y su hijo mayor, Marcelo con tan sólo 14 años tomaron las riendas del negocio para que siguiera adelante. En 1988 La Cuevita se mudó unos metros más al centro, a Sarmiento 476, al lado de la Terminal vieja. En 1996 los Cuevas se instalaron en su propio y definitivo local de Almada 643, frente a la Rotonda Fangio.

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Siempre con gente, siempre con buena onda, buena comida y excelente trato. Hoy, los clientes siguen degustando sus tradicionales bifes de chorizo, las parrilladas y las incomparables papas con huevos.

Actualmente es el negocio más viejo de Alta Gracia en el rubro de la gastronomía, y sigue atendido en forma familiar por Gladis, sus hijos Marcelo y Clara y su nieto Franco. Por sus mesas, aquellos folcloristas de la Córdoba bohemia le dejaron paso a los Eruca Sativa, los Carajo, a Willy Crook (Los Redonditos, Los Abuelos de la Nada), pero la mística sigue viva. Con muchos clientes de siempre, fieles (ya más amigos que clientes), y con muchos otros nuevos, ganados a través de los años.

Desde hace ya unos meses, y obligados por la pandemia, La Cuevita se reinventó y además de atender en su local, también lo hace a través del servicio de delivery.

Las redes sociales, para contactarse con La Cuevita son las siguientes:

Instagram: https://instagram.com/lacuevitaparrilla?igshid=2dn7f3cxym8g

Facebook: https://m.facebook.com/ParrillaLaCuevita/?locale2=es_LA

 

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