
Hace unos días me encontré casi de casualidad con un amigo de otros tiempos (y de siempre, porque los amigos son de siempre) y me dijo: “escribite algo de los asaltos”.
Resulta imposible desligar la vida de Angel Feliú a lo que fuera el club y bar La Patricia.
Cosas Nuestras18 de abril de 2024Resulta imposible desligar la vida de Angel Feliú a lo que fuera el club y bar La Patricia. Es que forman parte de una misma historia, la que escribió el “Chueco” cuando decidió colgar los botines y disfrutar la vida entre amigos, fiestas y noche bien movidas.
Para conocer más de Feliú y de La Patricia, fuimos hasta el corazón de Villa Oviedo. Allí, quien fuera su yerno, el Negro Godoy y su nieta Mariela fueron generosos con los recuerdos.
“En el 77 me casé con su hija Patricia (por ella le pusieron el nombre al club), pero ya lo conocía de antes. En realidad, acá todos lo conocían al Chueco. Como suegro era espectacular, igual que la Pira, mi suegra. Era muy accesible, consejero y era muy inteligente con la sabiduría que le dio la calle”.
El Chueco Angel Cecilio Feliú nació en Pueblo Güemes, en Córdoba. Coincidió en el colegio con Eduardo Angeloz y con el periodista Sergio Villarruel e hizo muchísimos amigos de todos los ámbitos. “Arrancó jugando en Talleres. De ahí fue a Boca y a Banfield donde se hizo famoso. Jugó en Bolivia y de ahí se vino para Sportivo donde se cansó de hacer goles”.
Cuando llegó a Sportivo, se hizo un altagraciense más. Tuvo una primera esposa y luego conoció a Pira, que fue su pilar en La Patricia y durante el resto de su vida. “Le puso Patricia al club por mi mamá. La Patricia nació como bar y al poco tiempo también fue club”, agrega Mariela.
“El bar nació a poco de instalarse en Alta Gracia. Como emblema, el escudo de Boca porque él era fanático de Boca. Y la foto bien grande del Chueco jugando para Banfield, haciéndole el famoso gol a Carrizo”.
Tuvo una vida social muy importante. Fue un emblema de las bochas, por ejemplo. Feliú fue presidente de la Asociación local y en su cancha jugaron grandes bochófilos de toda la provincia. En La Patricia se disputaron torneos provinciales. Por allí pasaron Culachón Oviedo, Cachín Domínguez, Ponzio, “Mapuche”, por ejemplo, defendiendo los colores de La Patricia. La rivalidad era con Colón, donde estaban “Tonelada” Garropo y Pedro Reyna. “Cuando te descuidabas, se agarraban en pleno partido”.
Había bochas, naipe, vino y como era club, también tuvo fútbol. Fútbol infantil. “Arregló la canchita que estaba al frente y ahí organizó campeonatos. Le puso luces y hubo torneos nocturnos. Los equipos anduvieron muy bien. Participó en la vieja liga de baby local, siempre con la camiseta de Boca, que no se negociaba nunca. Entre los que jugaron, nombrar al Pali Iriarte, Herrera, dos de los chicos Rivarola, Cristian Cortez...”
En La Patricia era cuestión de ir, y tocarse algo con la guitarra. O tomarse unos vinos, que nunca faltaban. Llegaban amigos del Chueco de todos lados y en el bar siempre había música y músicos. Si bien no hubo muchas peñas, sí hubo bailes.
Tocaron y cantaron los mejores: Carlitos Rolán, La Mona Giménez, La Leo, los chicos Orly, Don Oscar. Todo ellos llenaron de música Villa Oviedo desde La Patricia.
El Chueco nunca fue de quedarse quieto y siempre quiso más. Alguna vez organizó en Central un partido de veteranos donde entre otros vino Daniel Willington. Obviamente, terminaron comiendo y tomando en un azadazo en La Patricia.
Cuando la Municipalidad les dio apertura a los clubes en los corsos, el Chueco hizo que La Patricia participara. Tuvo carrozas famosas que dos veces ganaron el primer premio (muchos recuerdan todavía una de una enorme flor) y dos veces sus candidatas terminaron siendo reinas del corso. También hubo una comparsa (Los Indios) organizada por el club.
“La “Pira” era quien hacía las carrozas, las pensaba, dirigía todo el proceso. Ella le daba forma y organizaba las ideas del Chueco. Luego se incorporó Santamaría que ya había hecho carrozas para barrio Liniers. El fue de la idea de la carroza de la flor que tenía movimiento”.
Eran tradiciones que involucraban a todo el barrio. Todos querían participar y se le animaban al disfraz o al desfile. “Eran todos unos personajes, no les importaba nada, eran unos atorrantes que se divertían durante los días de carnaval”.
El Chueco se las ingeniaba siempre para sacar adelante el club. Alguna vez hasta hizo una rifa sorteando un auto. Lo exhibía y vendía los números en el centro, en la esquina del Correo.
“Llevaba una vida de noche sin pausa. Lo que empezaba el viernes, terminaba el lunes a la madrugada. Al bar iban todos, desde toda la ciudad. La Pira sacaba a los chupados a la vereda para poder limpiar, o los separaba cuando se peleaban. Es que la Pira era el motor. Ella cocinaba, hacia empanadas, se ponía el bar al hombro. Feliú era la cara conocida, el que hacía relaciones públicas”.
Pero la historia del Chueco tuvo también otra cara:
“Cuando a Feliú le agarró de viejo el ataque de trabajar, fue herrero. Al fondo de su casa hizo sillas de hierro y chapa que todavía siguen estando en muchas casas de Alta Gracia. Se daba maña para todo eso. También hizo juegos infantiles”.
Siempre tuvo fue la casa de quiniela. “Coquito” se llamaba, que era el nombre de su hijo. Estuvo en la avenida Belgrano.También puso una tienda de ropa. “Era un inquieto, buscando siempre hacer una diferencia a partir de la iniciativa”.
Angel Cecilio Feliú falleció en 2011. Acarreaba varias enfermedades y su ritmo de vida tampoco ayudaba. Unos años después falleció su señora, la Pira, cuyo documento acusaba que se llamaba Susana Iriarte.
Hace unos días me encontré casi de casualidad con un amigo de otros tiempos (y de siempre, porque los amigos son de siempre) y me dijo: “escribite algo de los asaltos”.
Jugó al fútbol, al básquet y a las bochas. Fue dirigente de clubes y asociaciones. Pero además, un decano del periodismo deportivo local. Como si fuera poco, un gran tipo, querido y respetado por todos...
Jugar a los autitos rellenos con masilla y con gomas de tapas de penicilina fue uno de los pasatiempos preferidos de nuestra niñez de barrio.
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Hace unos días me encontré casi de casualidad con un amigo de otros tiempos (y de siempre, porque los amigos son de siempre) y me dijo: “escribite algo de los asaltos”.
A veces una foto, por ajada que esté, por vieja que parezca es toda una postal de un acontecimiento. Y a partir de esa imagen, la foto misma dispara recuerdos e historias que están muy bien guardadas en la mente colectiva.
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