Recordando los chorizos de Don Gobelet

Sin dudas, una de las más exquisitas tradiciones gastronómicas de Alta Gracia.

Comercios con historia22 de abril de 2024juan carlosjuan carlos
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En una ciudad existen nombres que trascienden los productos, y que terminan siendo marca registrada. Alta  Gracia no es la excepción. Chacinados y embutidos han habido unos cuantos (muchos de ellos muy buenos), pero...

¿Quién no recuerda los chorizos de Don Gobelet?

Ahora bien... ¿quién fue Alberto Pedro Gobelet?. Nacido en 1914 en Villa Huidobro al sur de la provincia, hijo de inmigrantes vasco franceses, pronto se acostumbró a las tareas del campo. Fue uno más de doce hermanos, y en aquellas épocas había que trabajar apenas se tenía edad para hacerlo. Luego de cumplir con el servicio militar se vino para Alta Gracia.

De profesión, carnicero

Aquí, comenzó a trabajar en una carnicería donde afianzó los conocimientos que ya traía del campo donde hacía chacinados, jamones y otros embutidos. En nuestra ciudad, tuvo su primer trabajo con Don Gino Cantú que era por aquellos tiempos el más renombrado de la villa.

Con él estuvo un tiempo hasta que se independizó; conocía el oficio y decidió abrirse lugar por su cuenta. La primera carnicería la tuvo en calle Urquiza, cerca de donde estaba el cuartel de bomberos. Un tiempo después 
mudó su negocio a barrio Cámara, donde compró un terreno y fue construyendo su casa sobre calle Chile. Allí fue 
donde se hizo conocido y sus productos alcanzaron fama en toda la ciudad.

¿Por qué eran tan famosos sus chorizos? "Eran famosos porque le ponía bueno y trabajaba bien usando todo lo que se tenía que usar. Por más que sepas, si no ponés lo que tenés que poner, no van a salir bien. El elegía la carne que le ponía, sabía la cantidad exacta de pimienta, de ají, de todo lo que llevaba el producto”, relata su 
hijo recordando.

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Don Gobelet primero trabajó acompañado por su esposa. “Por semana, hacíamos 40 kilos de chorizo de chancho, y 25 o 30 kilos de criollo. Y no es lo mismo el condimento ni las cantidades que se le ponía a  un chorizo que a una morcilla. El tenía su secreto para todos los productos”, agrega.

Tuvo el negocio hasta sus 85 años, siempre dejando en claro que sus chorizos no tenían comparación, y eran los elegidos por muchísima gente. “Con mis hermanas, cuando éramos adolescentes y nos preguntaban el  nombre, nos preguntaban qué éramos del señor de los chorizos”, cuenta una de sus nietas. El apellido pasó a formar parte del vocabulario de la ciudad.

Trabajando duro

Durante sus primeros años, la carne la iba a buscar en jardinera. Al principio traía los animales de otros lados, luego alquiló un campo pasando el cementerio. Los iba a buscar y los llevaba arriando hasta el Matadero y durante la semana los iban matando a medida que necesitaba. O sea, elegía la carne que vendía y que usaba desde que era ganado en pie.

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Era hombre de contextura física corpulenta, con grandes manos que ayudaban al duro trabajo físico de aquellos tiempos. Porque lo suyo no era nada liviano. A las 3 o 4 de la mañana ya se lo escuchaba transitar los pasillos de la casa rumbo a la carnicería, yendo y viniendo preparando la mercadería. Es que a las 6 ya las puertas del negocio estaban abiertas.

El secreto sin secretos

A Don Gobelet muchos le preguntaban por su secreto. “Vos tenés que ponerle bueno”. Era “su” secreto y sólo lo compartió con sus hijos y sus nietos que más tarde lo siguieron.

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