DOCTOR PEDRO: EL ÁNGEL DE LOS NIÑOS

A pedido, reeditamos la nota que habla de su vida y del diario trabajo por los niños que realiza el Dr. Pedro Polacov. Pedro es mucho más que un médico, su don de persona lo eleva a una categoría que excede el guardapolvos celeste de cada consulta.

Cosas Nuestras 01 de agosto de 2020 juan carlos juan carlos
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“En Alta Gracia no había ambulancia. Yo tuve un Renault y luego compré un Falcon. Con el Falcon, junto a mi señora y a mi hijo Mario, que era un lactante, hacíamos los llamados a domicilio hasta tarde, terminábamos como a las doce de la noche. Mi auto era casi la ambulancia de pediatría. Cuando tenía alguna duda, cargaba los niños en el auto. Si había un chico recién nacido, íbamos con un tubo de oxígeno en el asiento de atrás y mi señora llevándolo en brazos hasta el hospital, a fondo”.

Historias como ésas hay a montones luego de más de seis décadas de compromiso y vocación por los niños. El Doctor Pedro Polacov es toda una institución en nuestra ciudad. Por su consultorio han pasado dos y hasta tres generaciones de altagracienses. Pocos por estas tierras no han tenido al menos alguna vez un contacto con este médico nacido en Cosquín y afincado Alta Gracia donde siempre ejerció su profesión, acá conoció el amor y conformó una hermosa familia.

Su historia de vida es digna de ser rescatada en estas páginas que precisamente buscan eso: convertirse en una ayudamemoria de nuestra historia urbana, para que las nuevas generaciones conozcan las raíces de la ciudad y su gente.

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Pedro de niño, junto a sus padres Jana y Ety

“Fui el más chico de tres hermanos, que al estudiar obligaron a mi familia a trasladarse a Córdoba. Yo tenía apenas un puñado de años”, arranca contando Pedro. Pero pronto, sin proponérselo, Alta Gracia entra en su relato: “Alta Gracia entró en mi vida a través de un primo, el Dr. Juan Schaffer, que vivía acá. Con él la relación siempre ha sido como de hermanos. Hicimos libre juntos sexto año en el Manuel Belgrano, juntos hicimos la carrera de medicina y puede decirse que nos recibimos juntos, el mismo día”.

Y a través de Juan, encontró el amor de su vida: Clara, la mujer que lo acompañó durante casi medio siglo. “Nos presentaron familiares. Fue un puntal fundamental en mi vida y en mi carrera. Hemos sido un matrimonio y un amor de toda la vida. La quería, la quiero y la querré por siempre, porque fue la que me dio la suerte de tener dos hijos extraordinarios y me suplió en la educación de los chicos mientras yo trabajaba. Era escribana pública y procuradora. Hizo a un lado su carrera para educar con amor a nuestros hijos”.

Uno puede adivinar que los ojos claros del doctor Pedro Polacov se vuelven más cristalinos al hablar de su esposa. “Me acompañó siempre en todo. Fueron casi 50 años de matrimonio hermoso. Eramos un cariño extraordinario, fue la que se sacrificó. Porque hay que ser especial para ser mujer de un médico que se dedica mucho a su profesión”, acota.


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Pedro y Clarita, un amor para toda la vida.

Polacov se recibió de médico en 1960. Fue pediatra porque desde un principio quiso serlo: “Era lo que más me gustaba en la vida. Veía chicos que estaban desamparados, en la miseria o desnutridos y a la vez veía otros que estaban bien y eso me daba mucha pena. Algo había que hacer por ellos”.

Empezó a ejercer en la Clínica San José (en calle Belisario Roldán, al lado de lo que hoy es la Santa María, donde funcionó luego un hospedaje), que luego se llamó Clínica Central. En esos tiempos, era docente de la cátedra de Pediatría en el Hospital de Niños. Salía a las 6 de la mañana, se subía a un colectivo y se iba al viejo Hospital de Niños, que estaba frente a la actual Terminal. Muchas veces le tocó darle trabajos prácticos a ex compañeros que habían cursado con él años anteriores. 

Pedro Polacov estuvo 42 años en el Hospital de Niños, como docente, y como agregado. Allí conoció al Profesor Carlos Rezzónico, a cargo de la cátedra de Gastroenterología y la cursó. “Diez años después hice el doctorado en medicina, basado en un estudio sobre la cantidad de chicos que estaban afectados de fibrosis quística en Córdoba, en tiempos que no se hablaba nada de esa enfermedad”.

Por su consultorio han pasado miles (si, miles) de altagracienses a lo largo de sus más de 60 años de profesión. Siempre surgen las anécdotas a la hora del recuerdo: “Tuve la suerte de atender los primeros trillizos que nacieron en la ciudad. Eran hijos de un matrimonio Rodríguez. El papá era empleado de policía. En aquel entonces no había la modernidad de hoy, con incubadoras de última generación. Teníamos apenas un cajoncito con una bombita de luz grande que daba calor. Casi que me interné junto a los chicos y los sacamos adelante a los tres (son un varón y dos mujeres, que deben tener 50 años o más), y que hasta el día de hoy me ven y me abrazan y me besan”.


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Pero no es la única anécdota que recuerda Polacov: “En mis comienzos tuve la oportunidad de atender a la hija de Moreschi, el dueño de la estación de servicio. Tenía paperas que se habían complicado en la parte neurológica. Le hice el diagnóstico de una encefalitis virósica y dije que había que hacer una punción lumbar. Muchos no confiaban en este muchacho joven, pero el tesón y el conocimiento confirmaron el diagnóstico y la fuimos recuperando. Hoy es la señora del Dr. Salcedo, a quien quiero muchísimo”.

Como muchas otras, son pequeñas grandes victorias en el día a día del trabajo de un médico.

“Cuando el Dr. Rezzónico fue Secretario de Salud Pública allá por 1982, pude hablarlo y le dije: “Doctor, no tenemos ambulancia en Alta Gracia, no puede ser”. Nos trajeron un rastrojero que era ambulancia. Algo es algo, dijimos. Pero todo se suplía con corazón y sensibilidad. Con el Dr. Constantini y con el Dr. Emilio Sánchez hacíamos un terceto invencible en la pediatría de Alta Gracia”. 

Muchísimas veces, Pedro ha atendido gratis a los niños. El asunto siempre fue solucionar el problema a los chicos. “No tenían con qué pagarme y la gente me traía un pollo o una docena de huevos y los recibía como si fuera un premio. Siempre puse el acento en la parte humana. Muchas veces me bajaba del ómnibus como a las dos de la tarde del hospital de niños y era comer rápido porque había una cola de jardineras, de caballos, de gente esperando para que atendiera a sus niños”.

El doctor Pedro Polacov no deja de volver su relato a la familia. Entonces, su mujer Clara, sus hijos Mario y Carlos y sus nietos vuelven a ocupar la escena de la historia. “Clara encabezó la comisión que puede decirse que construyó el nuevo edificio del Colegio Nacional. Ella había estudiado allí y sentía que tenía que devolverle al colegio todo lo que le había dado. Carlos y Mario tienen formas de ser muy distintas, pero los dos son buenos chicos, de gran corazón. Ellos conocieron la medicina desde bebés y obviamente terminaron dedicándose a esto. Son mis orgullos. Por profesionales y por buenas personas”.

Hoy, Pedro Polacov, con sus 85 años, transita con andar lento pero firme las dos cuadras que separan su casa del consultorio. Se ayuda con un bastón, pero no necesita de tutor para enderezar su memoria. Sigue estudiando porque considera que toda la vida es aprender.

Es un orgullo de Alta Gracia, un prócer en vida que dedicó más de seis décadas a curar niños, a salvar vidas. Y siempre será un gusto rescatar su historia.

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Pedro, el día que fue declarado Ciudadano Ilustre de la ciudad de Alta Gracia.



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