La “Técnica”: los patitos feos que supieron cómo hacerse cisnes
Ellas se hicieron fuertes en base a la amistad y a querer abrirse paso en la vida, quizás sin saber que estaban escribiendo historia.
La Hermana Gregoria fue un símbolo de barrio Sur. Su acción religiosa y su personalidad marcaron a fuego a esa añeja y característica zona de nuestra ciudad.
Cosas Nuestras03 de octubre de 2020juan carlosLa Hermana Gregoria fue un símbolo de barrio Sur. Su acción religiosa y su personalidad marcaron a fuego a esa añeja y característica zona de nuestra ciudad.
Tomó los hábitos en 1926, perteneciendo a los Franciscanos y como tal, entregó su vida a los desposeídos, sin importarle los bienes terrenales. Los vecinos del barrio y de la ciudad, recuerdan en la Hermana Gregoria a una persona recta, de carácter fuerte y de reglas estrictas, pero
con un gran corazón y un enorme espíritu de amor hacia el prójimo.
Apenas surgió su nombre, aparecieron voces de quienes la conocieron. Fue religiosa, maestra de catequesis, enfermera y confesora de quien requiriese de su presencia y su oído siempre dispuesto. Trabajó muchos años en el viejo Hospital de nuestra ciudad, ubicado allí donde ahora está la Escuela Comandante Espora. Cuando el
edificio fue derribado, sólo quedó en pie la Capilla y la casita de las cuatro o cinco monjas del lugar. Y allí continuó con su actividad religiosa, como catequista y preparando a decenas de niños cada año para su primera Comunión.
Luego que el hospital dejara de funcionar en el barrio, llevó su labor al Sanatorio Montaña, donde funcionó provisoriamente. Una vez inaugurado el nuevo edificio (el actual, sobre la Avenida del Libertador), la Hermana Gregoria y sus compañeras pasaron a cumplir funciones en el nuevo edificio. Allí, colaboraban con los médicos,
hacían de enfermeras y eran la compañía de todos... hasta que una decisión política las obligó a irse y dejar todo en manos de los doctores y las profesionales de la salud.
“Fue un duro golpe para ellas, porque esa era su vida; igual lo asumieron y siguieron los mandatos de su orden”, cuenta Tita García, una de sus discípulas.
La historia de Sor Gregoria continuó: “las trasladaron a San Salvador de Jujuy. Gregoria ya era una mujer grande y pasó a una casa de retiro. Fue junto a su hermana, que eligió terminar sus días junto a ella”, narra Graciela Domínguez, sobrina nieta de la religiosa, quien agrega: “era una persona muy especial, con un espíritu que la mantuvo con lucidez hasta sus últimos días y con una gran contracción a su vocación. Era recta, estricta, pero también eran otros tiempos donde los valores también eran distintos. Esos principios hicieron que hoy haya mucha gente de bien que creció con su ejemplo”.
Como quedó dicho, la Hermana Gregoria pasó sus últimos años en San Salvador de Jujuy. Allí, junto a otras religiosas, mantuvo intacta su fe hasta último momento. Falleció en 2017, cuando tenía nada menos que 100 años.
Barrio Sur, y buena parte de Alta Gracia aún la recuerdan con amor
y respeto.
Ellas se hicieron fuertes en base a la amistad y a querer abrirse paso en la vida, quizás sin saber que estaban escribiendo historia.
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Ellas se hicieron fuertes en base a la amistad y a querer abrirse paso en la vida, quizás sin saber que estaban escribiendo historia.
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