Recorrió buena parte del mundo con su música.
“Las lágrimas del niño, de la viuda desamparada y las del pobre desvalido se derramarán en esta fría losa al recordar a su benefactor”.
Lo entrecomillado es lo que reza la lápida que cubre la urna con las cenizas de Don José Manuel Solares, el Padre de Alta Gracia, nuestra Patria Chica.
Porque, sin ánimo de desconocer la historia previa a su llegada a Alta Gracia, la villa primero y la ciudad después tuvieron un punto de inicio a partir de Solares. De su acción desarrollada en vida, y de su generoso testamento.
Durante décadas, el devenir histórico de estos parajes lo tuvieron de protagonista principal.
Josef Solares
“En esta Santa Iglesia Cathedral de Cordova en veinte de diciembre de mil setecientos ochenta y tres, yo el Cura Rector interino bautisé, puse oleo y crisma a Josef Manuel de edad de dos días de nacido, hijo legítimo de Dn Francisco Zuares Solar y de Da Josefa Piñero, fueron padrinos Dn Phelipe Roka, y Da Josefa Barquín, y para que conste lo firmo. Dr. Juan Gualberto Coazares”.
Así reza textualmente el acta de bautismo del amigo Solares. Que dicho sea de paso, nos enteramos que se llamaba Josef, con “f” final. Cosas de aquellos tiempos...
Su impronta en la región
Hablar de la obra de Manuel Solares es hacer referencia a toda una vida dedicada al prójimo y sobre todo, poniendo la educación como punto de partida para el progreso de los campesinos, serranos, descendientes de esclavos y aborígenes que poblaban estos pagos.
El diario El Eco de Córdoba, en su edición del 21 de enero de 1868 da cuenta de un fuerte agradecimiento a Solares por la ayuda proporcionada “a los pobres moradores de Alta Gracia, en los momentos más angustiosos por los que ha atravesado aquella población diezmada por el terrible huésped”. Cuando hace referencia al “huésped”, no era otra cosa más que la espantosa epidemia de cólera que azotó a Córdoba entre 1967 y 1968.
Aquel periódico cordobés no duda en rotular a Solares como el “Patriarca de Alta Gracia”.
Entre otros aspectos, destaca “los valores vinculados a la caridad, la honradez y la dedicación que desde su juventud tuvo para con la instrucción moral, social y religiosa de ambos sexos”.
Un obituario que no deja margen de duda
Poco tiempo más tarde, el 28 de agosto de 1868, en ocasión de comunicar el fallecimiento de Solares, el mismo diario rescató varias aristas de su vida y de su acción en la región. La necrológica deja algunas “perlitas” que bien vale la pena rescatar en esta nota.
Por ejemplo, cuando habla sobre la llegada de Solares a la estancia:
“El año 20 ó 21 compró Alta Gracia y fue a establecerse allí. Alta Gracia era entonces un nido de ladrones y malhechores, el teatro de crímenes horrorosos y desde luego principió con el tino de un hombre inteligente y la perseverancia de un carácter indomable a arrancar de las selvas a los hijos de los campesinos, medio cazándolos, para llevarlos a la escuela, donde él se constituía en maestro”.
O sea, que la estancia de la que se hizo cargo de joven, poco tenía que ver con la que dejaría años después, a su fallecimiento. Entre uno y otro momento histórico, su acción y su desvelo por las personas que habitaban el lugar.
La nota periodística también hace referencia a su funeral: “Viviendo con los niños, costeándoles escuela de su bolsillo, haciendo de maestro, ha querido que sus restos sean velados en la escuela de Alta Gracia, y allí lo han sido, donde la inocencia se ha reunido con la ancianidad para elevar preses al Cielo por su descanso eterno.
Feliz de quien se puede escribir, como del Sr. D. Manuel Solares, pasó su vida haciendo bien”.
Solares, su legado
Para hablar del enorme legado de José Manuel Solares harían falta muchas más páginas de las que puede ocupar esta nota.
Ya hicimos referencia a lo social, a lo sanitario, a las ayudas en cuanto a alimentos y dineros para afrontar enfermedades que diezmaron la población y la sumieron en el hambre y la miseria.
Ni qué decir de su labor docente, de todo lo que hizo en favor de la educación de los niños y niñas de las tierras de su estancia. En su misma casa comenzó a dar clases, a sus habitaciones las convirtió en aulas. Y más tarde (en 1878) el Gobierno de Córdoba instituyó su nombre a la escuela madre de todas las escuelas de nuestra ciudad.
Así de grande fue su labor en vida. Lo que hizo que a nadie le extrañara lo que firmó en su testamento.
En 1862, poco antes de cumplir 79 años y “temiendo a la muerte”, Solares redactó su testamento en el cual manifestó su decisión de donar terrenos para la formación de una Villa. Según lo relatado por el Escribano, “hizo entrega de un cuaderno cerrado y sellado con seis sellos de lacre colorado conteniendo su última y postrera voluntad”.
En dicho documento, Solares expresó la donación “a beneficio de los pobres de notoria honradez, que serán los que tendrán derecho para que se les de terreno de treinta varas de frente y cuarenta y cinco de fondo”.
Así, con la expresión de su última voluntad, José Manuel Solares le dio vida a lo que fue la villa y más tarde la ciudad que, de acuerdo a su deseo, debiera haberse llamado “Mercedes” y no Alta Gracia.
Pero eso, seguramente, formará parte de otra historia que pronto narraremos...
Cosas Nuestras agradece profundamente a Fernando Bepmale, historiador y amigo, los aportes documentales e informativos utilizados para la redacción de esta nota. Gracias totales para él.
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